La mancha de tu pantalón

10 de septiembre 2016 - 01:00

NUNCA saldrán en los medios. Tampoco acapararán portadas ni les harán entrevistas en las que destaquen que son unas heroínas. Claro, ellas no van por la vida a lo Catwoman ni son alabadas por arriesgarse a montar una empresa a costa del dinero de su multimillonario progenitor. Pero ahí están. Yo las veo a diario. En el ascensor, en la oficina, en la cola del supermercado o tomando el fresco en una terraza. La vida las ha tratado como ha podido y, aún así, ellas no se quejan.

Ellas, las heroínas anónimas, se levantan cada mañana y deciden pintar una sonrisa en su cara. Pasan por chapa y pintura para verse guapas, jamás para agradar a ningún varón. Han dormido poco pero tienen que salir a comerse el mundo. Por sus niños, por la hipoteca, por unos padres enfermos o por lograr aquello con lo que soñaban de pequeñas. Llegan a su puesto de trabajo con tres lavadoras puestas, dos almuerzos preparados, la compra de la semana hecha y una mancha de café en el pantalón. Los demás sólo aprecian el cerco sobre su pierna. "Parece un poco dejada", "Qué manera de ir a trabajar", piensan. Ni caso. Para ellas no existe mancha que pueda enturbiarles el día.

Sobreviven a su jornada laboral como pueden, demostrando que esas manos de pianista -el mundo siempre se empeña en recordarles la fragilidad de su ser- están hechas para faenar. ¡Y vaya si faenan!

Se enfrentan a tempestades a cada paso que dan, siempre sin perder la sonrisa, vaya a ser que algún energúmeno la tache de frígida. La sociedad y su empeño por no dejarles siquiera tener un mal día. Aguantan carros y carretas y parece que nada las perturba, que nada las molesta, que ser mujer -con todo lo que eso conlleva en este mundo de cabestros- resulta tan maravilloso como la vida en un anuncio de compresas. Saben que la queja pública es la peor de sus sentencias. Así que continúan su secreto calvario esperando a que algún día alguien sea capaz de mirar más allá de la mancha de su pantalón.

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