Multitudes

12 de mayo 2025 - 03:10

Más de cien mil personas del mundo entero presenciaron el saludo del nuevo papa León XIV desde la Plaza de San Pedro de Roma el pasado jueves. Una multitud que corría por las calles desde que se anunció la fumata blanca, para poder ocupar un lugar en la explanada y contemplar en persona el primer saludo desde el balcón central de la fachada de la basílica. Un Papa, no lo olvidemos, escogido entre cardenales de setenta países. En un mundo cada vez más y mejor comunicado, que puedes ver en directo en una pantalla, grande o pequeña, cualquier suceso en los lugares más distantes del mundo, ¿por qué correr para presenciar algo en vivo? ¿Por qué desplazarte de tu ciudad para estar durante el cónclave? Por que en un mundo cada vez más digitalizado y virtual, el estar presente es valorado como un momento auténtico. Vivir la experiencia, estar allí, es lo que le otorga un valor social y personal. Único e intransferible.

Cada vez hay más conciertos multitudinarios en recintos ocasionales o en macro discotecas. Los campos de fútbol son los nuevos anfiteatros. En Sevilla cada vez más personas quieren presenciar momentos únicos de la Semana Santa. Es muy importante estar allí. Y si los viajes son fáciles y baratos pues mejor. Todo tiene la presencialidad como factor común y central. Lo efímero frente a lo reproducible. La presencia física y simultánea de público y protagonistas en un mismo espacio y tiempo. Es la cuestión que está detrás de los cambios de exhibición del cine, mientras el teatro ha mantenido su forma original: la representación en vivo ante una audiencia. Intérpretes y espectadores en el mismo lugar, en el mismo momento. Relación esencial y que se mantiene, aunque los espacios teatrales puedan variar en tamaño y forma (desde grandes teatros hasta pequeñas salas alternativas o incluso espacios no convencionales), la estructura básica de un escenario y una zona para el público persiste. Unos que miran y otros que son vistos en una función o representación única e irrepetible. Y aún más. Esa experiencia única ha hecho que el teatro se haya deslizado hacia la performance, que fortalece el componente auténtico y vulnerable del artista como centro de la experiencia. El teatro y la performance comparten un núcleo fundamental: la búsqueda poética de lo presencial. Y el énfasis de todas las artes del espectáculo vivo: teatro, ballet, danza contemporánea, flamenco, conciertos y recitales de todas clases y géneros musicales, performance, circo, magia, pantomima, etc… desde los grandes locales y auditorios hasta un trozo de acera o el rincón de una plaza.

Y es la misma cuestión que explica por qué no queremos que nos cuenten la Torre Eiffel, el David de Miguel Ángel o las pirámides de Egipto. Queremos estar allí. Y no nos importa que ocurra a la vez que miles de personas más. Porque cada experiencia es personal y única. Compartida con muchos porque así lo queremos. En un mundo cada vez más urbano y multitudinario, la alternativa es la misantropía.

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