La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Las gildas conquistan Sevilla
Gracias a un artículo de Sofía Guardiola en El Grito, la revista de arte de El Confidencial, me entero de la muerte de Nick Hedges el pasado mes de junio. Mal por mi parte. La única disculpa es que la noticia ha tenido escasa difusión en España.
Entre 1968 y 1970, cuando aún estudiaba fotografía en el Birmingham College of Arts, Hedges comenzó a fotografiar la miseria de quienes malvivían en infraviviendas de barrios miserables en unas condiciones tan duras que parecían propias de la era victoriana o los duros años de posguerra. Un escandaloso contraste con el brillo de los Swinging Sixties británicos de los Beatles y los Rolling, Twiggy y Carnaby Street.
El proyecto de Hedges fue descubierto por Des Wilson, impulsor junto al ministro presbiteriano Bruce Kenrick de la fundación Shelter National Campaign for the Homeless. Lo contrató para que, viajando por Inglaterra y Escocia, diera armas fotográficas a sus denuncias del estado de abandono y miseria de muchos núcleos de infraviviendas. El resultado fue conmovedor por su doliente humanidad, desgarrador por tantas vidas rotas y tantas infancias profanadas e indignante por la existencia de tanta miseria en los años 70 y en un país moderno y desarrollado. Las campañas de Shelter y las fotografías de Hedges, sumadas a otras iniciativas, lograron que en 1977 se promulgara la Ley de la Vivienda para Personas sin Hogar.
Estas fotografías tienen un precedente remoto: el trabajo pionero de fotoperiodismo de denuncia Como vive la otra mitad, en el que Jacob Riis documentó las terribles condiciones de vida de más de un millón de inmigrantes en el Nueva York de 1888. Y un precedente próximo: el encargo de la revista Fortune a Walker Evans y James Agee de hacer unos reportajes en el verano de 1936 sobre la miseria de los arrendatarios arruinados por la coincidencia de la Gran Depresión y un largo periodo de sequías y tormentas de polvo, forzando el desplazamiento tres millones de granjeros que John Steinbeck reflejó en Las uvas de la ira, publicada en 1939 y llevada al cine por John Ford un año más tarde. El resultado era tan duro que la revista lo rechazó. En 1941 Agee y Evans publicaron los artículos y las fotos en el libro Elogiemos ahora a hombres famosos, uno de los más importantes del siglo XX.
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