NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
El nuevo tipo de vacaciones turísticas –sustitutas del viejo veraneo rural– ha provocado el olvido de aquellas rutas que permitían conocer el campo andaluz y la cultura a la que dio tanta vida. Aunque apenas ha transcurrido un siglo, de ese pasado ya quedan pocos recuerdos. Y lo que es peor, hay escasos medios para recuperarlo, a pesar de ser origen de la historia social de Andalucía. Explotando el campo y sus cultivos, cobró sustancia todo el potencial económico que estas tierras han desarrollado después. Hay muchos rasgos andaluces que se comprenderían mejor conociendo aquellas antiguas causas que les dieron sentido. ¿Pero cómo recuperar aquellas imágenes fundacionales? Porque en ellas están las claves de tantos comportamientos ya inconscientemente asumidos, mas de los que, ahora, en la distancia, apenas se sospecha su procedencia. Sin embargo, sí existe un medio excelente, aunque ha perdido prestigio y corre el peligro de tener cada vez menos seguidores: la novela. Hay una buena serie de novelas, desde el mediados del XIX hasta un siglo más tarde, que, debidamente leídas y conjuntadas, permiten adentrarse en todo lo que significó, por dentro, el campo andaluz. Una sola novela nunca sería suficiente para dar cuenta de cuestión tan ambiciosa y compleja, pero sí con varias bien ajustadas y complementarias. Fernán Caballero inició un primer testimonio ofreciendo en Clemencia (Cátedra) el ambiente idílico de un cortijo andaluz, visto a través de la actitud de su propietario, un noble patriarca que de forma paternal dirigía su finca. El valor de esta novela, poco conocida, no radica tanto en su sencillo argumento sino en el gran acopio documental que proporcionan las vivencias autobiográficas proporcionadas por la autora. Este mismo valor documental se percibe en Doña Luz (Austral), novela de Juan Valera, que puede leerse como un episodio continuación del anterior, al centrarse por la figura del cacique, personaje de gran tradición política que, a su vez, prepara la visión naturalista, socialmente mucho más militante y conflictiva que narrará José Mas en Luna y sol de marisma (Athenaica). Se trata, pues, sólo de un primer tríptico narrativo que permite comprobar si leer es una buena forma de retener un pasado a punto de difuminarse.
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