Novelas costumbristas

25 de agosto 2025 - 03:09

Andalucía cuenta con una gran diversidad geográfica, a lo que cabe añadir variedad en recursos económicos y medios productivos. Conoció en su pasado distintas oleadas de poblaciones que se asentaron y permanecieron más o menos tiempo en unas u otras tierras. Como consecuencia de esta disparidad de circunstancias, en su extenso territorio han quedado marcados con diferentes rasgos sus habitantes. Por fortuna, surgió también, a partir del siglo XVIII, una manifiesta voluntad encaminada a darle a todas esas partes una cierta cohesión regional, entrelazando sus características más comunes. Gracias a esos valores compartidos, desde entonces ya se consideró que Andalucía cobró vida. Sin embargo, en los tres siglos transcurridos no han dejado de cultivarse peculiaridades propias en esos enclaves diferentes. En algunos casos, además, sufriendo abandono y pobreza frente al nivel alcanzado en otras comarcas. Por tanto, no es nada nuevo señalar que la diversidad de Andalucía dio origen a una eclosión cultural muy variada en sus manifestaciones, pero que, a su vez, escondía un desigual reparto de riqueza entre zonas un tanto desarticuladas. Desigualdades que, en algunos sitios, permanecen todavía. Pero no es éste el punto que hoy se quiere abordar, sino continuar resaltando el papel testimonial que puede atribuirse a la novela para recuperar el pasado de Andalucía. Y a este respecto, no hay rescate más necesario que el de la novela costumbrista. Porque en ella yacen los mejores documentos para mirar hacia atrás con deseo de conocer los orígenes de comportamientos y tradiciones. El costumbrismo, como género literario, ha sufrido una excesiva postergación. Quizás porque se convirtió en recurso frecuente para edulcorar cualquier ceremonial pintoresco. El exceso de localismo llevó a un abuso de lo empalagoso de la mano de mucho literato autodidacta, pero ahora una revisión y relectura de sus datos es necesaria si se quieren indagar causas y orígenes de ciertas facetas andaluzas. La función que posteriormente se ha asignado a la antropología no puede ser resuelta si se quiere escarbar en épocas pasadas y en localidades apartadas si no es gracias a la pluma testimonial de un escritor costumbrista. Y la novela, al margen de sus logros formales, es el tesoro enterrado que permite ese redescubrimiento. A los grandes títulos, siempre imprescindibles, para saber cómo se vivía en los pueblos andaluces, proporcionados por Fernán Caballero y Juan Valera, puede añadirse la trilogía con la que Palacio Valdés propuso, con mirada mordiente, tres escenarios claves para indagar en las tipos y ambientes de tres ciudades peculiares: La hermana San Sulpicio, Los majos de Cádiz y Los cármenes de Granada. Personajes de la vida cotidiana de un pueblo onubense quedaron retratados, con trazos bien perfilados, por José Nogales en Mariquita León. Y en esta misión también serían recomendables ciertas novelas de Salvador Reina, Arturo Reyes y Ramón Solís.

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