Todo por la pasta

04 de julio 2025 - 03:06

En estas primeras tardes de estío y resistero he tenido la genial idea de salir con mi coche y mi L por Sevilla, porque –supuse– estaría tranquila y porque “te tienes que baquetear por ciudad”, dice, baquetear, sí, un amigo y asiduo copiloto. Después soy yo la de las palabras raras. Un 30 de junio a las cuatro de la tarde, con 43 grados a la sombra, ¿quién va a haber? Pues me encontré avenidas petadas, mercedes de cristales ahumados a toda pastilla (habría que analizar la relación entre la velocidad y la sensación –fatua y machirula– de poder), conductores al pilpil en los atascos y un tramo con cruces en el que los semáforos no tenían luz, lo que me adiestró como kamikaze. “Es por culpa de la ONU”, me dice el tendero del desavío. No se refiere al tráfico, sino a que hoy no tiene el gazpacho que me llevo. Y matiza: “Por mor de la ONU solo tengo altramuces”.

Sirva de (mal) ejemplo representativo mi caos de estos días de duelo en la cumbre. Cuando dicen que acoger esta conferencia es, a pesar de las molestias –evitables muchas–, bueno para la ciudad, apenas aducen razones como la significación o el capital simbólico que entraña celebrar aquí este encuentro en el actual contexto internacional. Como de costumbre, el Ayuntamiento nos remite y repite la cantinela de los millones de euros que va a dejar en Sevilla. La pregunta es: que va a dejar, ¿a quién? Sería bueno que especificaran la respuesta. ¿Vamos a ver los vecinos y vecinas mejorada nuestra vida en la calidad o el precio, pongo por caso, de los transportes públicos, o en la limpieza, o van a plantar más árboles o al menos dejar de talar los que nos quedan? Ese dinero, ¿repercutirá en trabajos estables, bien remunerados y de calidad? Argüir de una cumbre internacional lo mismo que de Icónica, de la Copa del Rey o de la Feria del Chicharrón, esto es, la pasta que deja –sin especificar cómo ni a quiénes– resulta tramposo.

Hubo un tiempo en el que de los eventos (unos conciertos, una carrera, una conferencia internacional, un festival…) no nos pregonaban el dinero que iba a dejar en la ciudad –traducido, el dinero que iban a cobrar algunos– sino el provecho y el disfrute que supondría para las gentes de la ciudad, o la significación y orgullo de acoger algún acontecimiento emblemático. Mal síntoma este de que “Todo por la pasta” sea siempre el principal y a menudo el único argumento.

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