Carlos / Colón

Todos perdemos

La ciudad y los días

02 de junio 2016 - 01:00

PORQUE en la historia democrática de España no se habían producido saqueos de las arcas públicas de la magnitud de los perpetrados en Andalucía bajo los mandatos socialistas en la Junta, tampoco nunca se había dictado un auto de procesamiento tan duro que afecte a tan altas personalidades políticas: dos ex presidentes, seis ex consejeros, cinco viceconsejeros, dos secretarios generales, cuatro directores generales, un ex interventor general y otros altos cargos de la Junta en el banquillo. Los nombres de algunos de ellos son parte de la historia de su partido, de Andalucía y de España: Manuel Chaves, José Antonio Griñán, Gaspar Zarrías, Magdalena Álvarez o José Antonio Viera. En el caso de Chaves y Griñán se trata, además, de antiguos y muy significados militantes socialistas que ocuparon carteras ministeriales en gobiernos de Felipe González y fueron presidentes de la Ejecutiva Federal del PSOE.

Hay que alegrarse de que la Justicia, aunque sea a paso de caracol, funcione. Pero, al igual que en el caso de los escándalos que afectan al PP, hay que lamentar todo lo demás. Porque la democracia española se ha asentado sobre estos dos partidos. Porque el centroizquierda y el centroderecha son la más firme garantía, aquí y en toda Europa, de estabilidad democrática. Porque la crisis de los partidos llamados tradicionales engorda en Europa a los de extrema derecha y en España a los de extrema izquierda. Porque el PSOE es un partido centenario, con luces y sombras en su larga historia, que desde Suresnes ha asumido posiciones socialdemócratas. Porque el PP, fundiendo las herencias de UCD, AP y otros partidos, ha democratizado la derecha española, dándole a nuestro país un partido conservador-liberal moderno, homologable con los democristianos alemanes o los republicanos franceses.

Un país que en el siglo XX ha conocido, además de prolongados períodos de inestabilidad, cuatro años de guerra civil y 45 de dictadura (Primo de Rivera y Franco) -más de la mitad del siglo en guerra o sin libertades- no puede permitir que se pudran los dos partidos mayoritarios para ganancia de la gusanera extremista. Y aunque se pudrieran-y mira que es un día difícil para decir esto- prefiero la corrupción democráticamente perseguible, al parecer inherente a la "política tradicional" mediterránea, a la radicalidad puritana y farisea que al final incuba más graves corrupciones.

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