¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

El pinchazo de Plaza de Cuba

Moreno tiene la obligación de defender los intereses de Andalucía, pero no el derecho a inventarse el pasado Sánchez empieza a dar miedo                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                 

Un momento de la manifestación en la Plaza de Cuba.

Un momento de la manifestación en la Plaza de Cuba. / Juan Carlos Vázquez

JUANMA Moreno es un animal político omnívoro: lo mismo se atraganta de patriotismo español que de nacionalismo andaluz, según le convenga. Al presidente de la Junta no le importa la tradición ideológica de su partido o la sensibilidad de su electorado más fiel, sino la forja, por muy forzada que sea, de un relato histórico y político que le sirva para amarrar bien el poder. Él le llama moderación y centrismo a lo que no es más que oportunismo. Pero debería darse cuenta de que sus trucos no siempre funcionan. Lo hemos visto claramente estos días de incontestable movilización social contra la amnistía, en las que el PP ha tenido un papel determinante. ¿Cuál ha sido la principal diferencia entre la manifestación celebrada en la Plaza de San Francisco el pasado 12 de noviembre y la de este domingo en la Plaza de Cuba? Una muy sencilla: la gente. A la primera, una de las mayores que se recuerdan en los últimos años en Sevilla, acudieron unas cuarenta mil personas (60.000 según los convocantes); en la segunda apenas se alcanzaron los 2.000 manifestantes. ¿A qué se debe esta disminución? Algunos pueden pensar que la protesta está perdiendo fuelle, pero una encuesta publicada ayer en la prensa oficiosa del Gobierno dejaba claro el altísimo descontento que sigue existiendo con la amnistía entre los españoles. ¿Y entonces? Nuestra opinión es sencilla: la derecha social, como la policía, no es tonta, y sólo se moviliza en masa cuando el toque de corneta le es familiar, como fue el caso del 12 de noviembre, en el que se alzaron las banderas contra la amnistía y en defensa de la unidad nacional. Sin embargo, el pasado domingo, Juanma Moreno quiso aprovechar el ambiente propicio para colarle a la diestra sevillana una de nacionalismo andaluz, de Blas Infante (cualquier día se nos disfraza también de moro) y de 4-D, causas que pueden servir para que el PP amplíe su base electoral, pero que son totalmente ajenas a su núcleo social duro. Y, claro, no coló. Lo cual no habla mal de esa derecha independiente no sometida a la disciplina de partido, que actuó con autenticidad y respeto a sí misma, sino de aquellos que, en un caso sonrojante de apropiacionismo ideológico e histórico, intentan insertarse en una tradición de lucha andalucista que les es ajena por completo. En el 4-D de 1977, con excepciones conocidas, la que se movilizó masivamente no fue Andalucía, sino la izquierda andaluza. Y cualquier otra narración no es más que ingeniería histórica con evidentes intenciones políticas. Moreno tiene la obligación de defender los intereses de Andalucía como comunidad autónoma, pero no el derecho a inventarse el pasado, sobre todo cuando aún son muchos los que lo han vivido. Y, sobre todo, no se deben mezclar churras con merinas.

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