Carlos Colón

La pintada de San Román

La ciudad y los días

09 de marzo 2010 - 01:00

ESCRIBÍA ayer que, pese a saber que rema a favor de la corriente porque el PSOE se ha mimetizado con la moral hegemónica (que es la amoralidad consumista), Zapatero y sus correveidiles no renuncian a estigmatizar a sus oponentes con bastas simplificaciones y groseras mentiras. Como hizo cuando afirmó que "sólo la hipocresía o el intento de convertir determinadas convicciones religiosas en normas cívicas universales permitirían negar que era necesaria la aprobación de la ley del aborto". Con lo cual descalifica a todo aquel que se oponga a la ley -que, por cierto, evita la palabra aborto en su título- calificándolo de hipócrita o de agente de la Iglesia infiltrado en la sociedad para imponerle su moral. Que la Iglesia y la derecha se oponen al aborto libre es cierto. Y además están en su derecho de hacerlo y comunicarlo libremente a una sociedad que se supone libre. Pero que por ello todos los que se opongan al aborto libre sean católicos integristas (por pretender imponer su moral a todos) o de derechas es una mentira manipuladora y una simplificación peligrosa.

Que es mentira está claro, desde Gandhi hasta el ex teniente de alcalde de Paradas, pasando por Pasolini, Miguel Delibes, Norberto Bobbio, Antonio Guterres (ex presidente de la Internacional Socialista) o Pérez Esquivel. En cuanto al peligro de las simplificaciones, está claro que la estrategia de demonizar a un grupo acaba por excitar la ira irracional contra él.

Así un día se acusa, como hizo Zapatero, de "convertir determinadas convicciones religiosas en normas cívicas universales" y esa misma tarde aparecen en las iglesias pintadas agresivas como la que ahora adorna la parroquia de San Román: Alejad vuestros rosarios de nuestros ovarios. No es la primera vez que se lee o se grita, porque esta grosería (que además es inexacta: lo que pretende la Iglesia es que no se maten los fetos en los úteros, no convertir los rosarios en bolas chinas) forma parte del exquisito, cívico, dialogante y culto ramillete de consignas que desde hace años gritan los colectivos pro abortistas junto a Basta de hipocresía, basta de pederastia, Qué fatalidad que la madre del Papa no pudiera abortar, La única Iglesia que ilumina es la que arde, Arderéis como en el 36 y el clásico Nosotras parimos, nosotras decidimos. Esta última, por cierto, es especialmente interesante porque reivindica el abusivo derecho de un sujeto sobre la vida o la muerte de otro ser: el que se arrogan los verdugos sobre sus víctimas. Mal asunto que los gobiernos estigmaticen colectivos, fomenten la irracionalidad y aticen la ira.

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