El presunto monumento a Forestier

En Sevilla hemos logrado que tener un monumento haya dejado de ser un honor para convertirse en una afrenta

26 de septiembre 2019 - 02:30

No hace falta ser ni un fino esteta ni el fantasma de Al Mutamid para sentir un escalofrío al toparse con el monumento (así le llaman) que han perpetrado, en el Parque de María Luisa, en homenaje a su diseñador, Jean-Claude Nicolas Forestier. Tiene la cosa, además, el agravante de que ha sido financiada por la Plataforma Ciudadana por los Parques y Jardines y el Paisaje de Sevilla, que se supone debe estar enfocada a la protección de estos espacios verdes y no a su deterioro. Para mayor dolor, la obra ha contado con la bendición de la Comisión Provincial de Patrimonio, lo que no debe extrañarnos teniendo en cuenta el largo historial de desaciertos de este organismo. Ante la contemplación del malogrado homenaje al paisajista francés es difícil no exclamar aquellos conocidos versos del manco Cervantes: "Voto a Dios que me espanta esta grandeza/ y que diera un doblón por describilla".

El presunto monumento ha pasado ya a engrosar ese ejército de estatuas de toreros, duquesas, papas, masones sudamericanos y alegorías varias que han convertido a la ciudad en algo parecido a esas vitrinas de señorita cursi que antiguamente adornaban las salitas, junto a las cornucopias y los muebles isabelinos. En Sevilla hemos logrado que tener un monumento haya dejado de ser un honor para convertirse en una afrenta. Es hora de pedir al señor alcalde una moratoria monumental, un respiro para replantearnos el ornato de nuestras calles y plazas, una comisión (que no sea la de Patrimonio, por favor) que decida con criterio y sin titubeos qué esculturas echamos a los leones del olvido y cuáles indultamos. No sería la primera vez ni la última que se retira una efigie. Miren si no al Fernando VII que el Ayuntamiento tiene escondido en los jardines de la Torre de Don Fadrique, que por sus abundantes carnes parece obra de Botero. Sólo la ven los poetas que van a recitar a los ciclos que organiza Pepe Serrallé, pese a que tiene más calidad que muchas otras que siguen en activo en los lugares más principales de la ciudad.

La escultura de Forestier era totalmente innecesaria, como la de Aníbal González frente a la Plaza de España, cuyo triste destino ha sido el de convertirse en monigote para que los guiris se hagan fotos "divertidas". ¿Quién es este señor con abrigo y sombrero de fieltro en este horno de ciudad? Dirán los sudorosos turistas. El mejor monumento al paisajista francés era el propio Parque de María Luisa, pero ya saben ustedes lo que gusta manosear el patrimonio por estos pagos. Eso que escribió Juan Ramón de "¡No le toques ya más,/ que así es la rosa!" nos lo pasamos por el arquillo del Ayuntamiento.

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