Carlos Colón

La puerta del otoño

La ciudad y los días

27 de septiembre 2009 - 01:00

CADA estación entra en Sevilla por una puerta distinta. El invierno, convocado por el besamanos de la Esperanza, lo hace desde el norte, como debe ser; y por el Arco de la Macarena en el que la rueda de un carro a un niño pilló (villancico de los campanilleros del Rosario, lo sé, pero que también se cantaba en Navidad). Y después avanza por San Luis y Feria para infiltrarse en la ciudad -crecido en el mármol de los portales, la humedad de los bajos, el frío de los azulejos y la tristeza de los patios chiquitos- a través del intrincado tejido capilar de calles estrechas de anocheceres tempranos.

La primavera, que se derrama sobre la ciudad desde el Aljarafe, entra por la calle Alfonso XII. Lo testificó el Notario Mayor de Sevilla, Joaquín Romero Murube, cuando escribió que por la vira de oro de las tardes de marzo viene Jesús Nazareno. ¿Y quién no sabe en Sevilla quién es Jesús Nazareno y dónde vive? Esa vira o fina saeta de oro recorre, la primera, Alfonso XII; y después todas sus paralelas que nacen en Torneo y mueren en la Gavidia, San Vicente o San Lorenzo, torrenteras de una luz tibia, dorada, casi táctil, que parece existir sólo para crear efímeras arquitecturas de incienso cuando salen el Señor de las Penas y el misterio de las Siete Palabras al caer las tardes del Lunes y el Miércoles Santo.

El verano entra por la Palmera, se expande por el parque de María Luisa saludado por el quejumbroso canto de los pavos reales y desde allí avanza -Prado, Murillo, Alcázar- de parque en parque, de jardín en jardín, hasta dominar una a una las plazas y las calles del centro que los siglos han apretado y estrechado para defenderse de él. Las anchas avenidas y altos bloques de la Sevilla nueva no le interesan porque se le rinden, indefensas, sin resistencia.

El otoño que estos días nos está viniendo entra por Francos y Álvarez Quintero, convocado desde antiguo por las ropas de Los Caminos, las telas de Velasco, las lanas de Pareja, las pieles de Reyes, los guantes de Pino, los abriguitos y gorros de lana de Jardilín, los plisados de Quero, las íntimas tibiezas de Iruzubieta, Modelo y Román, los libros de texto de Pascual Lázaro y Oliam, los cordones para las cortinas de Alba, las alambreras para el brasero de cisco picón perfumado de alhucema del Bazar Victoria… Llegado al Salvador el otoño baja por Cuna hasta Orfila, besa la mano de la Virgen de Regla y busca por José Gestoso y Don Pedro Niño la calle Feria para preparar -Rosario, Todos los Santos, Amargura- los gozos de octubre y de noviembre en Montesión, en Omnium Sanctorum y en San Juan de la Palma.

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