Los raptos de sevillismo como arma

En estos días de fútbol sin fútbol son positivos los mensajes de hincha que recita Caparrós

01 de junio 2018 - 02:33

Anda Joaquín Caparrós con las pilas colmadas en este retorno a la tierra prometida, a ese club que su padre le metió en vena. No pierde oportunidad de proclamar su sevillismo y lo hace como si fuese la virtud principal que le adorna. Hace bien, ya que esta actitud le sirve para que luzca un protagonismo, un liderazgo, que no se recordaba desde los tiempos de José María del Nido en el patroneo de esa nave llamada Sevilla Fútbol Club.

En la presentación de Pablo Machín, himno de El Arrebato incluido, todo fue un más de lo mismo. Dicen los que estuvieron que el sevillismo más acendrado se constituyó en el leit motiv de la fiesta. Naturalmente, el recién llegado Machín ha conectado rápidamente con su jefe, con su otrora colega y hoy mandamás que le ha propiciado el honor de un regalo que nunca jamás habría pasado por su mente, entrenar a un club del potencial de este pentacampeón de Europa.

Estos comportamientos sirven para agitar las masas, pero habría que convenir en que no fue el calor de la grada lo que llevó al equipo a quedar séptimo en la Liga. El fracaso llegó por la inoperancia del equipo en la yerba no por la inacción del sevillismo, por lo que esa manera de encender a las masas puede tener vigencia en este tiempo sin fútbol. Cuando el balón entre en escena, estos arrebatos viscerales sólo tendrán sentido si el equipo funciona, nunca en caso contrario.

Haber optado por un técnico del perfil de Machín ayuda a posturas más propias de hinchas que de dirigentes. Hace bien Joaquín en mostrar sus costuras de sevillista por encima de todo, pero que conste que el sevillismo no estaba dormido, sino enfadado. La cara de escepticismo que hubiese puesto un, por ejemplo, Pellegrini ante esos arrebatos compulsivos hubiera caído como jarro de agua helada sobre ese frenesí, pero está en su derecho Joaquín de usar las armas que posee.

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