El reinado tuerto de Sánchez

Sus limitaciones le convierten en la más formidable oposición crítica a él mismo

01 de julio 2018 - 02:31

No se puede meter más la pata en menos días. Sus limitaciones le convierten en la más formidable oposición crítica a él mismo. Se tragó las bravatas de Rufián. Se tragó la cucamona de Merkel. Se tragó el gol que le metió Pablo Iglesias al colarle (y decirlo) a Andrés Gil tras el sainete del comisariado político publicado tuit a tuit por la directora de Público ("El lunes me llamó Pablo Iglesias para decirme que el presidente Sánchez y él habían alcanzado un acuerdo para que los nombramientos de RTVE dependieran de Podemos"). Se tragó los insultos al Rey durante la entrega de los Premios Princesa de Gerona. Se tragó el desafío golpista de Torra en Washington, cuando denunció a España como un país sin calidad democrática en el que hay presos políticos y llamó exiliado a Puigdemont. El embajador Morenés le respondió con más sensatez, gallardía y sentido del Estado -siendo por ello abucheado por los golpistas- que el presidente, quien dijo estas frases contradictorias: "No vamos a utilizar el agravio territorial y no vamos a buscar para nada la confrontación con el Gobierno de Cataluña. Pero también es evidente que este Gobierno va a ser claro a la hora de definir lo que es el Estado social y de Derecho en nuestro país. Lo que hay es una crisis política que tenemos que resolver con política". Con política cuando se pueda, señor presidente, y con la Justicia cuando se vulneren los límites constitucionales de la política. ¿O no? ¿O su estrategia va a consistir en medias palabras, hacer como que no oye lo que se dice y no ve lo que se hace, acercar presos etarras al País Vasco para pagar favores y presuntos golpistas a Cataluña para romper el acuerdo constitucional?

Mientras tanto, Albert Rivera debe estar acurrucado en un rincón chupándose el pulgar, sin saber quién es, qué representa y qué hacer. Antes de la moción de censura era la única esperanza ante el desgaste de Rajoy y la endeblez de Sánchez. Hoy casi ha desaparecido del mapa y cuando aparece -apoyo a la eutanasia y a los vientres de alquiler- más vale que no lo haga. El malabarismo político tiene límites. Y el PP se hace el harakiri en público humillándose: en el partido que presumía de 800.000 afiliados se han inscrito para las primarias casi el mismo número de votantes (66.000) que candidatos en las últimas municipales (62.000).

Pese a todo y pese a él mismo, Sánchez lo tiene fácil. En el país de los ciegos...

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