La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Las relaciones de la Iglesia con los rojos

La clave es que los encuentros sean productivos, como los que se mantuvieron muchos años entre la Junta y el cardenal Amigo

El Papa con la vicepresidenta Díaz

El Papa con la vicepresidenta Díaz / M. G. (Ciudad del Vaticano)

El Papa no para de recibir estos días el calificativo de rojo. La audiencia concedida a la neocomunista perfumada Yolanda Díaz ha alborotado a los sectores más conservadores de la sociedad española. Es cierto que Díaz ha logrado un acto de relanzamiento personal al alcance de muy pocos dirigentes políticos. Es la número tres del Gobierno y ha logrado colarse en la pomposidad vaticana gracias a las gestiones previas ante la Nunciatura del padre Bernardito.

Una foto con el líder espiritual más importante del mundo es el sueño de cualquier asesor de comunicación. Y esta señora lo ha cumplido. Muchos olvidan que la Iglesia es no sólo la institución con más antigüedad, que ha sobrevivido con rotundo éxito a todo tipo de ataques tanto de enemigos externos como internos, sino la única que permite formar parte de su seno con ideas que pueden ser etiquetadas desde la extrema izquierda a la extrema derecha. Gracias a la Iglesia hay miles de personas que no pasan hambre. Conviene decirlo alto y claro, sin complejos. Y también gracias a su empuje han caído muros robustos como en su día el de Berlín. La tentación de embadurnarse del prestigio moral de la Iglesia es muy elevada. En Sevilla asistimos en los años ochenta y noventa a una avalancha de críticas porque don Carlos Amigo se entendía la mar de bien con los rojos. Desde Pepote Rodríguez de la Borbolla hasta Griñán pasando, por supuesto, por Manuel Chaves.

El cardenal se defendió una vez de las críticas: “¿Con quién me voy a entender si no conozco otros gobiernos andaluces que los del PSOE?” Y los rojos se hartaron de restaurar templos por toda Andalucía gracias a aquella comisión bipartita que promovió Borbolla. Felipe González dejó bien explicado que a todo gobernante le interesa un orden en valores. Y ese orden en la sociedad española lo proporciona la Iglesia. El problema no es que el Papa reciba a la neocomunista, pues hace bien en entenderse con todo el mundo, sino si esa audiencia es productiva para la Iglesia.

¿Qué uso hará ahora la señora Yolanda Díaz de su encuentro con Francisco, al margen de la banalidad sobre la “emoción” del encuentro? ¿Reporta a la Iglesia haber abierto las puertas de los Palacios Vaticanos a la nueva lideresa del neocomunismo español, que no deja de ser la número tres de un Ejecutivo? Sólo el tiempo dirá si el encuentro es productivo. Las relaciones de los rojos con don Carlos (buen amigo de Francisco, por cierto) lo fueron y mucho. Pero tal vez aquellos rojos ilustrados no son los de ahora. Una boda real que gusta a los republicanos y un Papa que encandila a los ateos... Mal negocio. Ni unos se vuelven monárquicos ni los otros creyentes.

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