MUCHOS son los que califican los sanfermines como una barbarie en estado puro, con auténticas multitudes durmiendo la borrachera sobre sus vómitos, y así es, pero nadie podrá dudar de que no hay una sola fiesta tan verdadera. Sin traba alguna, en estos días pamplonicas nadie se siente extraño en Pamplona desde el chupinazo que al alba sirve de pistoletazo de salida para el encierro hasta que el cuerpo no da más de sí. Y es tanta la desmesura que de unos años acá se programa la de Miura para el domingo, ese día en que la masificación hace que el encierro tenga un riesgo multiplicado, por la sencilla razón de que consideran a la legendaria divisa como la menos peligrosa por Santo Domingo, Mercaderes y Estafeta. Cómo serán los cebadas, los dolores y demás para que la ganadería que más luto llevó a la Fiesta tenga en Pamplona la consideración de inocua, la más inocua de todas.