La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El teleférico, el talismán perdido
Desde mi córner
CUANDO se está a las duras, los problemas llegan en manifestación, los vestuarios se resquebrajan y la convivencia se hace muy cuesta arriba porque nadie quiere ser señalado como culpable directo de esa tragedia que, en fútbol, es no ganar. Parece hasta lógico que cuando desaparece la harina llegue la mohína, pero es que también puede ser complicada la convivencia en tiempos de bonanza. Como ejemplo, la tormenta que se ha desatado por un hecho tan nimio como el de la circunstancial suplencia del presunto portero titular del Betis y que se distingue del resto, sobre todo, por su magnífica soldada.
Es también un tipo de convivencia dificultosa la de los porteros, que sólo es uno el que puede jugar y el que se hace con la titularidad suele creerse que el puesto lo compró para siempre. Paco y Gustavo Fernández, Prats y Valerio, Dassaev y Fernando, Esteban y Notario fueron ejemplos de rivalidad que incluso dañaba la relación personal para tormentas que no siempre tenían la levedad de provocarse en vasos de agua, ni muchísimo menos. La rivalidad entre los dos porteros del plantel desequilibraba el sistema y el hábitat que es un vestuario de futbolistas se resentía hasta cotas impensables. De ahí que cambiar de portero sea una asignatura complicada.
En el Betis se ha producido una de estas tormentas y, afortunadamente, ha coincidido con un tiempo de bonanza. El damnificado ha sido el portero más caro en la historia del Betis y el beneficiado, posiblemente el más barato. ¿Y qué hará Chaparro para capear el asunto? Pues hará lo que crea conveniente, lo que ya hizo la noche grande del Barcelona, poner a Casto. Ricardo dejó el puesto por una lesión, Casto hizo un partidazo en Pamplona y Chaparro no dudó en darle continuidad con acierto pleno. Ahora Ricardo no comprende su suplencia y habría que aconsejarle que vaya asumiéndola porque Chaparro jamás traicionó sus ideas.
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