La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

¿Para qué sofocarse?

Si la mayoría está satisfecha con la ciudad y la Semana Santa que tenemos, ¿a qué hacer de Don Pésimo?

Otro bar en el Salvador. Para que los turistas que hacen cola para entrar pay per view en el Salvador se tomen algo. O los nativos que apelotonan la plaza al mediodía y por la noche. Esto es una batalla perdida. El Ayuntamiento da licencias con tal prodigalidad que todo el centro va a ser un bar gigantesco, franquiciado o no. Véase lo que han hecho con Mateos Gago, que es un ininterrumpido bar o restaurante desde Virgen de los Reyes hasta Mesón del Moro. Y después quienes han dado las licencias ignorando la saturación alteran la fisonomía de las calles y las plazas, y ahogan a los vecinos peatonalizando sin alternativas, para solucionar el problema que ellos mismos han creado.

Hay que resignarse. En primer lugar, porque vivimos de lo que vivimos. Y, en segundo lugar, porque no sirve de nada llamar la atención sobre la saturación y degradación del centro histórico. Esforzarse en vano es de necios, escribió alguien. Y como hay acuerdo entre la mayoría de los ciudadanos, a los que les importa un pimiento el patrimonio inmaterial y material de la ciudad, los comerciantes, que lógicamente y con todo derecho van a lo suyo, y los munícipes, que tienen que explotar los recursos turísticos que en tan gran medida aportan riqueza y empleo a esta ciudad al parecer incapaz de generarlos por otros medios, ¿a qué sofocarse?

Pasa con esto como con la Semana Santa. Si quienes tienen responsabilidades, la mayoría de los cofrades y el pueblo soberano están satisfechos con la que tenemos, ¿a qué hacer del Don Pésimo del Tío Vivo o la Doña Urraca del Pulgarcito? Abran los bares que quieran, desfigúrense las calles que les dé la gana, conviértase el centro histórico en un parque temático y los templos en museos. Y en lo que a la Semana Santa se refiere, llénese de cámaras, vallas, app y megafonía de alertas para hacer frente, no sólo a la amenaza terrorista, sino sobre todo a unos pocos gamberros que han logrado dañar lo que tantos miles de sevillanos disfrutan. Nunca tan pocos han hecho tanto daño a tantos. Y dejo de lado los daños que las propias hermandades procuran a la Semana Santa convocando con sus excesos horteras al peor público posible, ni el clima grosero creado en la fosa séptica de las redes sociales con los vídeos de todos conocidos. Así que poco más leerán aquí sobre estas cosas. Sé que lo he dicho otras veces y no lo he cumplido. Prometo intentarlo.

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