María José Andrade

A solas con Valdés Leal

Con él he recorrido unas salas en las que sus obras se muestran en un silencio casi sepulcral

14 de enero 2022 - 01:46

Sí, lo han leído bien… he estado a solas con Valdés Leal en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.

Y allí, en una atardecer en el que escuchaba retumbar mis propios pasos y mi respiración, he conocido a este hombre, "de media estatura, grueso, pero bien hecho, redondo de semblante, ojos vivos y color trigueño claro", tal y como lo describió, allá por 1672, el también pintor Antonio Palomino.

Con él he recorrido unas salas en las que sus obras se muestran en un silencio casi sepulcral y sagrado. Un mutismo apenas roto por el sonido del agua, la melodía de un lejano piano y un leve susurro de los otros maestros que acompañan a este hombre del que, en breve, se celebrará el cuarto centenario de su nacimiento.

No sé si sabe, estimado lector, que Sevilla y los sevillanos hemos sido tocados con la varita mágica de ser cuna de artistas irrepetibles. Creo que no, porque si así fuera, el Museo de Bellas Artes de la capital andaluza, una de las pinacotecas más importantes de España, estaría lleno de gente y a rebosar.

Valdés Leal me muestra la grandeza de unos pinceles que lo han hecho eterno. Unas obras que, venidas y cedidas desde otras pinacotecas, rememoran un tiempo pasado en el que ellos, los artistas, eran los que dibujaban el mundo a través de una visión mística, llena de matices y de mensajes encriptados y revelados a apenas unos pocos que estaban llamados a descubrir el tesoro que éstos escondían.

El tiempo en el Bellas Artes casi no tiene sentido cuando, a propósito, te dejas perder de la mano de un hombre profundo que cambió la percepción de un estilo, el Barroco, gracias a su fuerza creadora.

Una fuerza que ha traspasado los años y los siglos para llegar a una efeméride en la que el gran museo de la ciudad me recibe con imágenes llenas de movimientos. Estampas que me devuelven a un instante y me recuerda, aunque no quiera ni me guste, lo que soy y en lo que me convertiré.

La vida es sutil, difícil de comprender y líquida (como muchos dicen ahora) Pero cuando te dejas guiar por el hombre que la supo retratar con todo su realismo, comprendes la complejidad de la misiva que él y todos los que allí lo acompañan nos quisieron hacer llegar.

Puedo parecer intensa e incluso cursi, pero este largo viaje junto a Valdés Leal me ha hecho ver mi presente de manera distinta, real y con la profundidad de aquel que lo dijo todo.

Él es Valdés Leal, el pintor que manejó sus pinceles para hacer que su pintura nos enseñara a corregir los errores cometidos en un pretérito que se vuelve ahora y porvenir.

Miguel de Mañara escribió en su Discurso de la verdad que "es nuestra vida como el navío, que corre con presteza, sin dejar rastro ni señal por donde pasó…" . Se equivocaba porque Valdés Leal dejó rastro y señal, y a mí me enseñó, en esta tarde inolvidable en el Bellas Artes, que la vida es infinita porque pude admirar, de su mano, "todas sus guardas y señoríos".

stats