La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El teleférico, el talismán perdido
Mucho se ha escrito de los sonidos de la Semana Santa, muchísimo. Que si el tintineo de los varales, el chisporroteo de la cera en las noches de silencio e intimismo, el rachear de las alpargatas de los costaleros antes y ahora zapatillas Nike o Adidas, o el sonido sublime del crujido de la cruz del Gran Poder cuando viene por Pedro del Toro antes de que empiece el revolotear de vencejos, que será cuando el Señor ya esté embocando San Lorenzo. Sonidos familiares, siempre los mismos, todo cambiaba menos los sonidos. Claro que eso era antes, mucho antes de esta tercera o cuarta modernidad que estamos viviendo. El campanillazo del muñidor anunciando que la Mortaja ya viene camino de Dueñas, pero es que estos sonidos ya se ven alterados por esos atascos en Torneo de las muchas marchas estridentes y descompasadas que nos invaden. Un horror.
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