La ciudad y los días
Carlos Colón
Montero, Sánchez y el “vecino” Ábalos
Se podría reflexionar en profundidad sobre cómo, al mismo tiempo que el Congreso aprueba una reforma de su Reglamento para imponer un mínimo de cortesía parlamentaria a los periodistas, distintos políticos, y destacadamente un ministro del Gobierno de España, condicionan el tono chabacano de la conversación pública en torno a una catástrofe, impidiendo así una rendición de cuentas, reflexiva y democrática, y la propia integración de la ciudadanía para afrontar una cuestión que afecta la médula de sus intereses. Ésta era la intención, en un principio, de mi última columna vacacional, hasta que pensando sobre el origen etimológico del término “cortes” y tras la confesión del amigo Daniel Gascón sobre su predilección, compartida con Félix Romeo, por el cantante Paolo Conte, me vino a la mente un término italiano de casi imposible traducción: sprezzatura. Existe consenso en que el origen de la expresión se halla en una obra clásica del Renacimiento, Il Cortesano, de Baldassare Castiglione, un manual dialogado sobre las virtudes que han de distinguir al hombre de Corte. Entre ellas, Baldassare destaca la “cualidad de ocultar el arte y hacer parecer que lo que se hace y dice procede sin esfuerzo y casi sin pensarlo”, con sprezzatura, en definitiva. El término, parece claro, está conectado con la propia idea artística de gracia, con la facilitas dificilis que, aplicada a la misma vida, apela al arte de ocultar el artificio, a un cierto desdén o ligereza en las formas que disimule la formación y el esfuerzo que hay tras ellas. Mostrar artificio, nos dice Baldassarre, “quita por completo la gracia y hace que el hombre sea poco estimado”. Acuñada como cualidad propiamente de nobles, la palabra sprezzatura resurge para calificar la elegancia calculadamente imperfecta que en la industria cultural italiana, muy especialmente en su cine, se sabrá cultivar tras la segunda postguerra. El neorrealismo italiano demostró que la sprezzatura era una cualidad popular, ética y estética, sobreviviente al artificio viril del fascismo. Podría cerrar aquí, dejando abierta la pregunta de si hay una cortesía popular que hoy pueda sobrevivir al artificio hosco y ceñudo del populismo político, pero volvamos a Italia y a Paolo Conte. En una de sus más conocidas canciones el maestro cuenta como el verano se va y él, a su amada, a quien no quiere perder, le ofrece con el corazón, de forma reiterada, un helado al limón, como se ofrece un encanto simple que no necesita defenderse. La Sprezzatura.
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