
NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un partido tocado, un presidente tóxico
Sevilla es la ciudad de los debates eternos que no llegan a ninguna parte. Volvemos a tirarnos la duración de la Feria a la cabeza. Sí, por infantil e inconsistente que pueda parecer estamos de nuevo discutiendo sobre cuántos días va a estar iluminada la portada en Los Remedios. Con un agravante que se introduce ahora en la controversia: por lo que se escucha a unos y otros, la Feria corta es de derechas y del PP y la larga es progre y del PSOE. El alcalde Sanz saca pecho por lo bien que le ha salido la recortada que arranca el lunes por la noche y el opositor Muñoz proclama que como él sea alcalde el pescaíto –diminutivo tontorrón donde los haya– volverá a ser el sábado, como en los tiempos ya casi olvidados de Juan Espadas y su referéndum que quedó anulado por otro referéndum posterior de José Luis Sanz. Quien entienda esta especie de comedia de enredos que la explique.
Una ciudad de la importancia y la historia de Sevilla debería de evitar este tipo de situaciones, que afectan directamente a su prestigio y la visión que es capaz de proyectar. Ya cuando se suscitó la peregrina idea de Espadas de consultar a la ciudadanía si quería una Feria más larga, fueron muchas las voces que se alzaron para advertir de que dábamos una imagen frívola y poco seria. El referéndum se lo tomaron a guasa los periódicos y televisiones nacionales e incluso algunos medios extranjeros. Por lo que se ve, no solo no hemos aprendido, sino que seguimos dándole vuelta a la manivela.
Sevilla está manga por hombro y parece incapaz de afrontar sus grandes problemas, desde la limpieza de sus calles hasta un turismo masivo y mal planificado que cada día la desvirtúa más. Por no hablar de su impotencia para tener una estructura económica diversificada y sólida o para sacudirse el cinturón de miseria y marginación que hace que tenga los barrios más pobres de España.
Que en este contexto los grandes debates que se abren tengan que ver con la duración de la Feria o con la ordenación de la Semana Santa no deja de ser un símbolo de la calidad de las instituciones que gobiernan la ciudad y de la indiferencia con la que muchos sevillanos observan el devenir de Sevilla. No porque esos temas tengan que estar vedados a la discusión pública, sino porque son los que protagonizan la vida local mientras las cuestiones verdaderamente importantes se pudren sin que se les busque solución.
Muchas veces se ha dicho que los problemas de Sevilla derivan directamente de la indolencia de los sevillanos. Y seguro que no les falta razón a los que defienden esta teoría. Pero quizás lo más grave sea que esa indolencia se traslada también a las instituciones, públicas y privadas, que rigen su día a día, de forma especial a su Ayuntamiento. Esa falta de dinamismo social hace que de pronto si la Feria dura seis u ocho días se convierta en centro de encendidas polémicas. Así nos va.
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