La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Sevilla seguirá, de momento, sin cardenal
No falla. Hay gente a la que no se le puede dar medio metro de ventaja porque pillan pista... ¡Y ahí van los artistas! El enterado de toda la vida no ha desaparecido, se ha transformado en el cuñado. Cambia el nombre para que todo siga igual. Como el telele o sopitipando es un ictus, o la borrasca fuerte, de trayectoria errática y de aires muy fríos ha dejado de ser un temporal para ser una DANA. Te sientas en un almuerzo tras el verano y te hace el hilo el tipo que te pide un balance de las vacaciones, te escucha lo justo y te suelta que debes salir de la "zona de confort" porque te has "encapsulado" . Son más charlatanes que los psicólogos comerciales que andan por los platós. Osados porque te dan consejos que no has pedido. De catálogo porque son muy previsibles. Con el troquel siempre a mano porque repiten los mismos argumentos cambiando el orden para que el interlocutor no se dé cuenta. Y vanidosos porque te acaban contando su verano sin que les preguntes y su capacidad para conciliar el trabajo y la familia (pongan ocio en el caso de separados) sin que te hayas interesado. Son usuarios del "tienes que". No se les puede dar la oportunidad de coger el balón de la tertulia porque acaban con una alta posesión del turno de palabra. "Tienes que ir al gimnasio, hay que hacer deporte", sin que le cuentes que los últimos cinco fallecidos eran tipos delgados, casi atléticos y que se quedaron en el sitio en un plisplás. "Tienes que viajar más, que es como se aprende", sin que le cuentes tus periplos (que no has publicado en las redes por pudor) ni le preguntes por sus lecturas estivales. "Tienes que ir a un nuevo restaurante que está en la calle...". Y ahí ya hay que pararlos de forma tajante aunque sea de una forma absurda: "No voy a sitios de camareros con pinganillo, lo siento, es una cuestión de principios". En ese momento se suelen disculpar, algunos disimulando como pueden la condición de ofendidos, y se justifican: "Solo creo que es bueno abandonar la zona de confort".
Ha llegado la hora de defender la zona de confort como un acto de libertad. Como el que va a los toros. Como el derecho al olvido en internet. Como el derecho a la cancelación de los datos. Los enterados irrumpen en nuestras vidas como los gobiernos de vocación autoritaria tratan de imponernos la bici o las restricciones de las carnes rojas. "Tienes que ponerte las tarjetas del banco en el teléfono". "Tienes que comprarte el reloj conectado al móvil". "Tienes que activar cada mañana el programa que te cuenta los pasos". Qué palizas, qué torturas. Y después te dan la relación de series que tenemos que ver en Netflix. Qué vidas más maravillosas. Después dicen que los peligros actuales los traen las pobres cotorras.
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