Luis Carlos Peris

Sobre un trámite en el Villamarín

Desde mi córner

Abstraído del drama que le rodea, el equipo del Betis volvió a dar imagen de solvencia ante un débil enemigo

03 de octubre 2010 - 01:00

CONTINÚA ese Betis al que andan desangrando unos desaprensivos sin alma mostrando unas espectaculares constantes vitales en la hierba. En la hierba y también en la grada, donde se agolpa una infantería tan fiel como numerosa. En medio de un tsunami como el que asuela a la entidad, el bético acudía ayer a Heliópolis como si en vez de la Ponferradina fuese un equipo de postín el visitante y como si en vez de ser a las cuatro de una tarde calurosa, el partido se anunciase a la hora normal. A una hora en que los esfuerzos son más llevaderos en el campo y bastante más soportables que al sol de una grada candente.

Algunos decían que podíamos estar ante un partido trampa en el que la confianza podía ser funesta compañera de viaje. Eso se combinaba con el cambio en el palco, sólo en el palco, más la agradable noticia de que el apelativo ominoso que le da nombre al estadio puede ser cambiado en breve. ¿Benito Villamarín? ¿Heliópolis? Cualquiera es bueno con tal de hacer desaparecer de la faz del Betis ese nombre tan dañino para la historia del sevillanísimo club de las trece rayas, que hasta sigue haciendo daño después de una desaparición aparente, por supuesto que sólo aparente. De todas formas, Heliópolis, Ciudad del Sol, es un nombre significativo, muy a tener en cuenta.

Y de lo ocurrido sobre la hierba, muy deteriorada por cierto, ¿qué? Pues que no me pareció el rival un banco de pruebas como para un veredicto fiable, pero también que el equipo de Mel sigue en buena línea y parece que afortunadamente abstraído del drama externo. Un golazo de Emana, el criterio de Salva Sevilla y los chispazos de Ezequiel quizá fuesen los vértices de un partido que tuvo en demasiadas ocasiones cara de trámite y de monólogo insultante. Y todo pasó en el Benito Villamarín, o en Heliópolis, como usted guste, cualquier cosa menos la vergüenza de ser llamado como se llamó durante diez años para el olvido, que no para el perdón.

stats