Carlos Colón

Los últimos mohicanos del centro

La ciudad y los días

09 de julio 2010 - 01:00

Apropósito de unas declaraciones sobre el estrangulamiento, taxidermización o tematización del centro practicado por el Ayuntamiento, le recordaba ayer al señor concejal de Movilidad, al parecer afectado por un patatús antimaquinista propio de la primera mitad del XIX, que en una sociedad racionalmente ordenada las máquinas no están contra las personas, sino a su servicio.

Hoy me permito recordarle que en el centro viven muchos trabajadores que salen a las siete de la mañana para sus lejanos puestos de trabajo y regresan pasadas las ocho de la noche; aunque esto choque a quienes suman al antimaquinismo un sansculotismo que les hace restringir clasistamente el sentido de la palabra trabajador a su tercera acepción (jornalero, obrero), obviando la primera y más genérica (que trabaja) y la segunda y más valorativa (muy aplicado al trabajo). Para estos trabajadores el coche no es una máquina enemiga, sino un instrumento necesario cuyo uso debe ser regulado, pero no restringido hasta extremos que suenan a castigo electoral y estrategia de espantaviejas (en este caso espantaburgueses) para vaciar el centro de nativos. Y que en todo caso suman torpezas que convierten en un mal el bien de la peatonalización.

Si un residente tiene, por ejemplo, una plaza de aparcamiento que deja libre durante su jornada laboral, ¿por qué no puede usarla un familiar que tenga que venir a trabajar en el centro, cuidar de sus padres o lo que le venga en gana? ¿Por qué, si es evidente que en una plaza de aparcamiento sólo cabe un coche, no se deja su uso a la discreción de su propietario? ¿Por qué se estrangula el centro -es decir, a los residentes y comerciantes- sin alternativas de transporte público?

Lo he escrito muchas veces: porque se le quiere tematizar, vaciar de vecinos y llenar de hoteles y franquicias; porque se quiere desalojar por hartura a los comerciantes y residentes sevillanos para convertirlo en un parque temático lleno de veladores puestos de cualquier manera, no como las hermosas terrazas romanas o parisinas. El mismo alcalde lo ha reconocido al decir que estas medidas "favorecerán el turismo" al precio de "cambiar las costumbres de los ciudadanos". Rematando la faena al afirmar que estas medidas "favorecerán a todos, incluso a los comerciantes". ¿Cómo que "incluso"? ¿Por qué se refiere de manera tan despectiva a los comerciantes? Vestidos de Goofy o del Pato Donald con trajes de flamenca, entre oleadas de turistas con chancletas, veo a los últimos mohicanos vecinales que resistan en esta Disneylandia sevillana en que están convirtiendo el centro.

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