Juan Ruesga Navarro

Ya viene el siglo xxi

Fragmentos

04 de agosto 2014 - 01:00

LOS cambios políticos que están ocurriendo hacen pensar que de una vez el siglo XXI está llegando a nuestra vida. Y que hay que estar atentos para obrar en consecuencia. La coronación de Felipe VI, la cuestión soberanista de Cataluña, el escándalo de Jordi Pujol, la elección directa entre los militantes del secretario general del PSOE, las crecientes expectativas de Podemos, etcétera, son indicios de que las cosas están cambiando. Y me parece un error tanto subestimar los cambios, como intentar interpretarlos en las claves del siglo XX.

"El pasado es otro país, allí la gente hace las cosas de otro modo". Ese es el célebre inicio de la novela The Gobetween de L.P. Hartley. El país que conocimos ya quedó atrás. Ahora toca vivir en el nuevo tiempo. Y en este nuevo siglo, hacer las cosas de otro modo. Las certezas que nos trajeron hasta aquí ya no son todas válidas. Azorín escribió: "Qué es una generación: una estética; la estética es el todo que engloba los demás aspectos". Los cambios generacionales anuncian que ya viene el siglo XXI.

La sociedad está en una transición rápida y compleja hacia una situación nueva. La tecnología modifica las características sociales y sabemos que algunas de esas transformaciones resultan difíciles de prever. En 1990, se publicó Megatrends 2000, el conocido libro de John Naisbitt sobre las grandes tendencias del futuro. En ese libro no había ni una sola referencia a internet, ni a la explosión de las comunicaciones que se iniciaría sólo un año más tarde, en 1991. En su libro Asimilación de la Novedad, Josep Burcet dice: "Las sociedades tradicionales, mientras se mantienen cerradas y firmemente encajadas dentro de sus pautas culturales, son sistemas que se propagan de una manera previsible. (...) Por el contrario, un sistema social que evoluciona expuesto a una introducción intensa de elementos aleatorios, como es el caso de nuestra sociedad actual, se construye de una manera mucho más indeterminada. En consecuencia, su futuro es mucho más difícil de anticipar".

Estamos inmersos en el dominio de la libertad individual y la novedad. En las ideas y en los objetos. Para un número creciente de individuos, cada vez es más factible poder elegir y hacerlo entre un número de opciones cada vez mayor. Las decisiones individuales empiezan a tener más peso que las recetas colectivas, más previsibles. Antes nos decían cómo actuar y qué pensar. Qué creer. Qué era necesario sentir y cuáles eran los ideales y principios que defender. Hoy prima la novedad. La novedad es un concepto relativo que depende de aquello que ya se conoce y de aquello otro que todavía se desconoce. Si hay algo que no se puede reconocer en absoluto, no significará nada y, en consecuencia, no aportará novedad. En el otro extremo, si todo es completamente conocido, tampoco habrá novedad alguna. Entre esos dos extremos es en donde se encuentra la novedad. Las buenas noticias son que vamos a vivir más años. Las malas son que vamos a ser arrasados por la novedad, cargada de incógnitas, promesas y amenazas. Atentos, así funciona el arte actual. Y así va a funcionar todo.

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