La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Icónica, la nueva tradición de Sevilla
En el mundillo literario hay quien se queja de que apenas da la vida para leer los libros de los amigos. Al ritmo que publicamos aquí todos, a poco que uno tenga una mínima vida social, vamos con la lengua fuera (y los ojos saltones). Por eso, mi recomendación más vehemente es tener amigos que escriban muy bien.
Empecé a leer Tipos de vuelta, de Gonzalo Altozano, por un par de razones. Que el autor es mi amigo era la primera. Y la segunda es que el editor también es amigo mío. Estaba rodeado.
El libro en sí no me apetecía. Es una serie de entrevistas a personajes célebres de la vida española de hace bastantes años: Alejo Vidal-Quadras, Mario Conde, Jorge Vestrynge y así hasta Rafael Vera, incluso. Desde luego no estamos hablando de jóvenes promesas. Lo que me extrañó porque Altozano otea permanentemente el horizonte para descubrir nuevos valores. Yo varias veces he pasado por descubridor de una promesa cuando el nombre me lo sopló él.
Lamenté, pues, que no hubiese escrito un Tipos de ida, porque daba pereza enfrascarse en unas 300 páginas de entrevistas a personajes más vistos que entrevistos, gentes -José Luis Garci, Escohotado, ¡Amando de Miguel!, ¡Sánchez Dragó!, ¡Alfonso Ussía!- que vienen con vuelta y vuelta en la parrilla achicharrante de la actualidad. Sin embargo, amistad obliga, y me puse.
He salido deslumbrado. Que Altozano es un entrevistador prodigioso lo sabía, pero que me iba a pegar una lección de tomo y lomo, y justo la que creía que tenía más aprendida, no lo esperaba. Siempre digo que en nuestra sociedad pecamos de juvenilismo, de apreciar la originalidad por encima de lo permanente y de arrinconar enseguida la experiencia. Pues a pesar de denunciarlo tanto, he estado a un tris de perderme este libro por ese mismo prejuicio. Lo de la viga en todo el ojo, vaya.
En Tipos de vuelta resulta fascinante ver cómo se condensan las enseñanzas de unas vidas intensas. Pero esta columna no es publicitaria (y menos después de haber confesado mi amistad con el autor, con el editor y hasta con el corrector de pruebas). Ustedes no tienen necesidad de hacerse con el volumen. Tendrán otros libros de otros amigos que leerse. Pero sí pueden aprehender su lección magistral. La vida es apasionante, y que unos tipos estén de vuelta (¡y nosotros -ojo- ya vamos tomando la curva del regreso!) no quiere decir que no tengan muchísimo que aportarnos. Hasta el rabo todo es toro.
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