Las yemas del papa León XIV

La aldaba

Este pontífice agustino es de dulces de convento más que de jamón loncheado, porque son las agustinas las que elaboran las yemas que probó en Sevilla

¿Un Papa no merece cien días de respeto?

Un misionero en la línea de Francisco

Yemas de San Leandro.
Yemas de San Leandro. / M. G.

12 de mayo 2025 - 04:00

Alguien está tardando en enviar al Vaticano una caja de yemas de San Leandro, las del convento de la plaza de la Pila del Pato, las del monasterio de las agustinas que aguantan heroicamente en un edificio necesitado de restauración y con una economía de guerra. Ha salido un Papa agustino, el primero de esta congregación, que además estuvo en el monasterio sevillano donde se elaboran unas yemas que son tantas veces el regalo que simboliza la mejor Sevilla. Siendo prior general de la Orden de San Agustín, el hoy Papa visitó el monasterio de San Leandro en 2001. Sor Natividad Rodríguez, abadesa del convento, recuerda que Robert Prevost degustó las populares yemas. Es el momento de relanzar el dulce que quizás mejor resume la repostería de convento de Sevilla. Hay otras grandes muestras como bien destaca siempre el historiador Álvaro Pastor, pero poco se puede dudar de la fama de estas yemas. Las agustinas necesitan los ingresos económicos que reporta este dulce para sacar adelante un cenobio verdaderarmente histórico que, al menos, sigue con vida gracias a las vocaciones que proceden de fuera de España. El cónclave ha dado hecha la nueva marca: las yemas del papa León XIV. Se elaboran desde el siglo XVI. Y fue hace un par de años cuando se cumplió el centenario del registro como marca. El camino está marcado para que de esta nueva era que supone el inicio de un pontificado, la ciudad logre la salvación de un monasterio que sigue en estado crítico y que se mantiene gracias a los parches de muchas loables iniciativas y de la ayuda de hermandades y particulares.

No hay quien pueda diseñar una campaña mejor que la que ha venido dada a las agustinas de San Leandro desde la tarde de jueves, cuando el protodiácono anunció la buena nueva, dirigida también al corazón de nuestras agustinas de la Plaza de San Leandro. Son las yemas que en 2003 llevamos en una caja de madera al recordado cardenal Antonio María Javierre, las que tantos años he comprado con mi madre en las mañanas de Lunes Santo para endulzar la salida de la Redención, las de uno de los conventos donde mejor se pueden vivir los oficios del Jueves y el Viernes Santo. Al oír la proclamación del Annuntio vobis gaudeum magnum nadie podía intuir que las yemas de San Leandro saldrían tan justamente fortalecidas. Las yemas son unas delicias que no siempre han pasado por sus mejores momentos, porque el convento ha sufrido días de extrema pobreza que se han reflejado, como en cualquier hogar venido a menos, en la calidad de los productos preparados en sus cocinas. Pero nunca faltó el ingrediente del amor. Nunca ha faltado el torno abierto para dispensar las bolsas o las cajitas. Ahora son las yemas de San Leandro... Y de León XIV. El Papa que las probó en Sevilla. La embajadora Isabel Celaá las debería incluir en la merienda del próximo 8 de diciembre en el Palacio de España.

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