Bill Gates, afamado empresario y poseedor de una fortuna inmensa, abandonó la Empresa Microsoft para poder dedicarse de lleno a, como a él le gusta llamarlo, “optimizar el mundo”. En febrero de 2017, cuando se encontraba inmerso en diversos proyectos filantrópicos, anunció que estaba al llegar una crisis mundial en forma de patógeno, transmisible por aire y con una velocidad de propagación impresionante. Un virus que acabaría con la vida de millones de personas en menos de un año.

Hoy, en octubre de 2020, estamos viviendo en una pandemia inimaginable. Los gobiernos de todo el mundo se encuentran contra las cuerdas, desangrándose y dando palos de ciego. La creación de una vacuna es vital para la contención del Covid-19, pero es una llave para una única puerta y se aproxima un problema mucho mayor que esta pandemia.

Si no actuamos ya, viviremos el resto de nuestras vidas en una continua pandemia causada por diferentes agentes infecciosos y resueltas a corto plazo por carísimas vacunas. La solución no es otra que luchar contra la raíz del problema: la pérdida de la biodiversidad y el cambio climático.