David Fontán Valcárcel

La auténtica libertad

El tipo realmente importante de libertad implica atención, y conciencia, y disciplina, y esfuerzo, y ser capaz de preocuparse de verdad por otras personas y sacrificarse por ellas, una y otra vez, en una infinidad de pequeñas y nada apetecibles formas, día tras día. Eso es la auténtica libertad. Y esa libertad consiste también en que te enseñen a pensar (no que te digan lo que tienes que pensar). Y ahí está el verdadero valor de una verdadera educación, que no pasa desde luego por las notas ni por los títulos y los diplomas y las medallas, ni tampoco por toda esa competitividad y esa fijación en ser más que los demás cueste lo que cueste y sin tener el más mínimo escrúpulo en medrar y en llevarnos por delante a quien nos tengamos que llevar con lo que nos bombardean desde que somos pequeños. El verdadero valor de una verdadera educación pasa en gran medida por la simple conciencia: la conciencia de algo que es tan real y tan esencial, y que está oculto delante mismo de nuestras narices y por todas partes, que nos vemos obligados a recordarnos a nosotros mismos una y otra vez que la educación, desde esa auténtica libertad (nada que ver con la que imprimen en constituciones ni cualquiera de esos libracos cuyo contenido incumplen y transgreden muchos de los que en un juramente o en una promesa aseguran defenderla y cumplir, ¡mentira!), es una tarea de una vida entera.

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