Fernando Mimbrero

Generación marcada

07 de mayo 2020 - 10:32

Hay un dicho popular que reza así: “Quien no la da a la entrada, la da a la salida”. A la generación nacida en la década de los 40 nos la dieron a la entrada y nos la están dando a la salida. Nacimos justo al terminar la Guerra Civil en España y muchos de nosotros sin haber finalizado aún la II Guerra Mundial.

Nuestra infancia estuvo rodeada de las penurias propias de aquella situación y, desde muy pequeños, aprendimos a valorar los escasos bienes de los que podíamos disponer en el aula que suponía nuestro día a día. Una inmensa mayoría nos criamos en hogares humildes en los que recibimos de nuestros mayores lo mejor dentro de la escasez que reinaba por todas partes.

Pasamos nuestra juventud formándonos para incorporarnos, cuanto antes, a la vida laboral y así poder aportar a casa algo que hiciera más llevadera la vida de la familia. Pasados los años, formamos nuestras respectivas unidades familiares y fueron naciendo nuestros hijos, en su inmensa mayoría durante la década de los 70. Les dimos formación y estudios y lograron situarse, por sus propios méritos, pero gracias a privarnos sus padres de tener una mejor calidad de vida en determinados aspectos.

A medida que nos íbamos acercando a nuestra jubilación, nuestros hijos se fueron situando en los más diversos ámbitos laborales y, consecuentemente, relanzando la economía del país hasta alcanzar un grado que nosotros no habíamos visto ni disfrutado jamás.

Tras nuestra jubilación, llegaron los nietos y nos ocupamos de ellos, con mucho gusto además. Llevándolos al colegio a horas tempranas de cada día y recogiéndolos cuando hiciera falta. Todo ello, renunciando por enésima vez a disfrutar de otras posibilidades de ocio que nuestra propia situación de inactividad laboral nos pudiera ofrecer. Y hemos seguido haciéndolo con gusto, porque somos una generación que lleva grabado en sus señas de identidad estar pendiente de los demás, hacer por nuestro entorno más que por nosotros mismos.

Y ahora nos encontramos, bien cumplidos los 70, en el último tramo de nuestras vidas, y somos personas de alto riesgo a causa de un mortífero virus y una pésima gestión política. Y hemos de permanecer encerrados, en el mejor de los casos. Para prevenirnos, con la mejor de las intenciones, porque hay ya un porcentaje altísimo de hombres y mujeres de esa generación que, trágicamente, engrosan las listas de varias decenas de miles de fallecidos por esta pandemia. Y nos vamos solos, como vinimos, con el silencio de fondo y el trabajo hecho por los demás a lo largo de nuestras vidas.

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