Violencia de género

Mata a su ex pareja asestándole más de 30 puñaladas y luego se entrega

  • El asesino se coló en la vivienda de la víctima por la azotea y la atacó con un cuchillo de cocina de 20 centímetros de hoja · La víctima es Guadalupe Bermúdez Molina, de 41 años y madre de tres hijos

Sentado en el pequeño atrio de la casa que ocupa el número 22 de la calle Algámitas de Pruna, Fernando Bermúdez recibe el pésame de sus vecinos, de sus familiares, de la gente de este pequeño pueblo de la Sierra Sur. Se levanta de la silla para atender a cada periodista que llega con preguntas sobre lo ocurrido. A todos les cuenta que su hija llevaba cinco meses, seis a lo sumo, "en trato" -utilizando esta expresión arcaica para referirse a una relación sentimental- con el joven que acaba de quitarle la vida. "Él quería volver con ella y ella ya no lo quería. Llevaba tres meses acosándola. Yo lo sabía, pero no esperaba esto tan fuerte". Lo dice sereno, tranquilo, como si todavía no lograra asumir lo ocurrido.

A unos metros, destrozada, con la mirada ida, su esposa, Águeda Molina, llora en silencio, consolada por sus otros hijos, al borde del desmayo. En la casa colindante, en el número 24, permanece el cadáver de su hija, Guadalupe Bermúdez Molina, de 41 años y madre de tres hijos. Un precinto de la Guardia Civil impide a Fernando, el padre de la víctima, entrar en la casa de su hija. "Quiero que me dejen verla", dice, antes de que se la lleve el coche fúnebre sin que sus deseos se vean cumplidos. Faltaban pocos minutos para la una de la tarde.

Seis horas antes, a las siete de la mañana, el presunto asesino, Francisco González, de 35 años, conocido en Pruna como Paco el del Rinconcillo por el nombre del bar que regentan sus padres, se presentó en el cuartel de la Guardia Civil diciendo que acababa de "matar a la Lupe". Se había cambiado de ropa y había tirado el cuchillo de cocina de 20 centímetros de hoja con el que asestó entre 30 y 40 puñaladas a su ex novia. Inmediatamente quedó detenido. La Guardia Civil se desplazó a la casa y se encontró con un médico que trataba de forzar la puerta con un pico. Alguien, posiblemente el mismo asesino, había llamado al centro de salud alertando de que había una persona herida dentro de la vivienda.

Los guardias lograron entrar y hallaron el cadáver de Guadalupe en el dormitorio. Tenía heridas de arma blanca en todo el cuerpo, las más profundas en el pecho, el cuello y la espalda. Toda la casa estaba llena de sangre. Guadalupe había llegado a su casa a las cuatro de la madrugada después de haber estado trabajando como camarera en la celebración de una comunión. Luego, según sus amigas, se había tomado unas copas con unos compañeros, que incluso la habían llevado a casa y esperado a que entrara antes de despedirla.

Su ex novio la esperaba dentro de la casa. Había logrado acceder a ella sin forzar la entrada, posiblemente escalando la fachada y entrando por la azotea. Por qué Francisco tomó un cuchillo de la cocina y se ensañó con su ex pareja sólo lo sabe él. Fue él quien decidió romper la relación con Guadalupe hace tres meses. Dicen los vecinos que lo hizo presionado por su madre, que se entrometía en la relación y no aceptaba a la compañera de su hijo. Éste quiso luego reanudar la relación y se encontró con la negativa de Guadalupe. Se obsesionó con ella. La esperaba cada noche en su casa y Guadalupe había llegado incluso a cambiar la cerradura.

De Francisco dicen que es una persona enfermiza y débil. Desde pequeño ha tenido problemas de riñón y tenía que someterse a sesiones de diálisis. Nunca se le conoció novia en el pueblo y trabajó en el bar de sus padres hasta que tuvo que dejar de hacerlo por su enfermedad. Tenía un taxi y una furgoneta para viajes. "Su madre lo controlaba mucho y le presionaba para que dejara a Lupe. Él le hizo caso pero luego quiso volver", explica Margarita, amiga de la víctima.

Guadalupe nunca llegó a denunciar a su verdugo. Pese a que su padre asegura que fue a la Guardia Civil, no consta ninguna denuncia de la víctima ni en los archivos del instituto armado ni en los del Ayuntamiento de Pruna. Guadalupe había regresado hacía cuatro años a su localidad natal después de separarse de su marido, que vivía en Salou con los dos hijos mayores -de 17 y 12 años- del matrimonio. En Pruna trabajaba en el restaurante de su hermano y además limpiaba en los colegios, después de fracasar en un negocio en solitario. Deja también una hija de cuatro años, fruto de otra relación, que la noche del crimen dormía en casa de sus abuelos.

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