Provincias

El año que empezó en mayo

Óscar Lezameta

La agricultura almeriense añadió un nuevo término en el acervo de sabiduría que a lo largo de los años la ha convertido en el principal motor de desarrollo económico y social de la provincia. A mediados del mes de mayo, saltaron las alarmas procedentes de Alemania, y así aprendimos que tienen una especie de ministra de agricultura regional. Desde allí se apuntó a los pepinos almerienses como los causantes de un brote especialmente virulento de una bacteria, la E.Coli, que afectó a más de 3.000 personas y que causó la muerte a más de una treintena de ellas.

La cosa comenzó a pintar mal. Tras el pánico en los mercados, vino el cierre de las fronteras del principal cliente de la agricultura almeriense, lo que arrastró a otros mercados a implantar medidas semejantes. En España y Almería tocaron a rebato. No hubo un solo cargo público, no importa de qué institución se tratara, que no aprovechara que el Elba pasa por Hamburgo para hacer una defensa más o menos estentórea de la bondad de las producciones almerienses, la mayoría de ellas lanzadas cuando aún no se conocía nada sobre el origen de la epidemia. Tocaba ponerse el pepino por montera y esa campaña nos concedió unas imágenes que pasarán a la historia, en especial la de la consejera de Agricultura de la Junta de Andalucía quien ataviada de un traje para evitar contagios en un invernadero, la emprendió a bocados con uno de los pepinos en él cultivados; al día siguiente, el presidente de la Junta de Andalucía, hacía lo propio, aunque en esta oportunidad, tuvo la elegancia de cortar en rodajas la curcubitácea. Le siguieron anuncios desde la sede del PP con toda la cúpula haciendo lo propio, mensajes de cocineros ofreciendo recetas para una insípida ensalada de pepino que en el país germano, de gastronomía más que dudosa, causa furor.

En cualquier caso, la alerta sanitaria causó más daño a la imagen que a la propia producción, toda vez que la campaña del pepino estaba a punto de finalizar. Lo que se temía, a la postre de manera infundada, era que el resto de los productos almerienses se vieran afectados de una u otra manera. Según el análisis de la campaña hortofrutícola de Almería 2010/2011 publicado por Cajamar, las exportaciones marcaron un nuevo récord: "En la pasada camapa el porcentaje de producción que tuvo como destino los mercados exteriores fue del 63,2%, el máximo de la serie histórica. En toneladas, fueron 1.761.506 un 8,2% más que el año anterior y en valor 1.594 millones de euros, un 4,4% más".

Las protestas se quedaron en agua de borrajas. La UE destinó 45 millones de euros a paliar las consecuencias de dicha alerta infundada y las protestas fueron más de cara a la galería que a otra cosa. De hecho, el Gobierno español ni siquiera elevó una protesta ante el germano; Alemania es el primer cliente y tampoco era cuestión de molestarle demasiado.

También la agricultura almeriense nos licenció en política europea. Dos aspectos han tenido en vilo a los productores almerienses. La reforma de la Política Agraria Común que premiaba a la superficie en lugar de a la producción pasó de puntillas por las miles de hectáreas invernadas de la provincia. Al ser la producción almeriense una de las menos subvencionadas de toda la Unión Europea, esa reforma apenas le afecta, ya que se ceba con las producciones extensivas de secano, más que a los cultivos bajo plástico.

Lo que sí ha levantado ampollas (y continuará haciéndolo a lo largo de este año) es la renegociación del acuerdo bilateral entre la UE y Marruecos, el principal competidor almeriense siempre en situación de ventaja por sus salarios insultantemente bajos y la falta de cobertura de derechos sociales de sus trabajadores hacen que sus productos entren a precios más competitivos que los locales. Lo que se exige desde Almería es que se palíe esa situación de desventaja, que en la UE -tan estrictos para vigilar las normas sociales en otros entornos- se exija a Marruecos lo mismo que a Almería. La ventaja, no puede ser para quien no cumple las más mínimas normas de decencia social. También se pide que los mismos controles sanitarios que se requieren a todo tomate que entra en la UE se pida tanto para los que vienen de Almería, como del otro lado del mar de Alborán. La trazabilidad de los productos, aquella ficha técnica que permite seguir a cada uno de ellos desde el mercado hasta la finca en la que fue producido, debe también escribirse en árabe, no sólo con acento almeriense.

Por lo demás, no hay un solo problema de la horticultura almeriense que haya comenzado el año y haya tenido la más mínima traza de solucionarse a lo largo de la última campaña, en especial, la política de precios que esta año ha mostrado su cara menos amable. Durante los últimos meses del año se ha puesto nombre y apellidos a esa dictadura de las distribuidoras y varios supermercados han visto sus entradas sembradas de productos a cuyo alrededor miles de ciudadanos querían completar su cesta de la compra. Realmente se trata del primer caso en el que el comprador pone el precio de aquello que va a comprar a un vendedor que, o lo acepta, o no lo vende. En este sentido, los pasos todavía pendientes de cara a conseguir una armonización de la oferta han sido tan tímidos como infructuosos.

Queda pendiente una apuesta más decidida por el control biológico aunque los avances sean más que destacables y la apuesta por la innovación es una de las maneras para fomentar el mantra de la economía: la competitividad.

"Hasta el momento la agricultura almeriense ha sido capaz de resistir las embestidas que las circunstancias y la competencia le han propinado, por lo que la experiencia histórica positiva continúa". Lo dice el Servicio de Estudios de Cajamar.

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