Julio Muñoz Gijón | El Rancio Sevillano

“Ser rancios nos diferencia”

  • De ‘El asesino de la regañá’ ha vendido más de cien mil ejemplares. Ahora, para celebrar el décimo aniversario de su publicación, saca la precuela: ‘El diario del asesino de la regañá’

Julio Muñoz Gijón, durante la entrevista.

Julio Muñoz Gijón, durante la entrevista. / Juan Carlos Vázquez

Más que rancio parece un “modernito sevillano”, como él mismo se define con elogiable autoironía. Sin embargo, a Julio Muñoz Gijón (Sevilla, 1981) le cabe el honor de haber recuperado el prestigio de la palabra “rancio”, un resbaladizo término con el que se define a todo aquel que practica un sevillanismo exaltado que linda con el friquismo, capaz de retirarle la palabra a alguien por decir churros en vez de calentitos o por echarle remolacha a la ensaladilla. Entre el sarcasmo y el homenaje, ‘El Rancio Sevillano’ (@Rancio) acaba de sacar su último libro, ‘El diario del asesino de la regañá’ (El Paseo), desternillante precuela de ‘El asesino de la regañá’, el best-seller que lo lanzó hace una década al estrellato y del que lleva vendido ya más de cien mil ejemplares. Incluso hay estudiantes norteamericanos que estudian español con las locas aventuras del inspector Villanueva y el agente Jiménez, pareja de la más pura estirpe de Mortadelo y Filemón. Después del Asesino vinieron otros títulos (’Un hombre lobo en el Rocío’, ‘El enigma del Evangelio Triana’, etc), que lo han confirmado como uno de los escritores de humor más importantes. Reportero de televisión en programas como Andaluces por el Mundo, su momento estelar en este medio fue cuando, en directo, se libró de morir aplastado por un campanario que se desplomó durante el terremoto de Lorca. En ningún momento descompuso la figura, como buen rancio taurino. Durante 8 años trabajó como periodista digital de la Selección Española de Fútbol y ahora, entre otras cosas, es guionista del programa radiofónico ‘La cámara de los balones’.

–Primeros años en Triana y criado entre La Alfalfa y Bami. Ahora vecino de San Julián. ¿Un auténtico rancio tiene que ser del centro o de barrio?

–Es una combinación de las dos cosas. Es cierto que con la gentrificación hay muchas cosas genuinas de Sevilla que se están perdiendo en el centro, sobre todo los tejidos de vecindad y el comercio tradicional, pero también lo es que la mitomanía y las grandes historias y leyendas de Sevilla están en el centro, desde el pajarito de San Pedro en adelante.

–Es curioso porque la palabra “rancio” en el Siglo de Oro era positiva, denotaba antigüedad y nobleza. Luego pasó a ser algo despectivo, como casposo, y ahora vuelve a reivindicarse como blasón. Usted no ha sido ajeno a ese rescate.

–Yo lo entiendo así. Muchas veces la gente me pregunta: ¿qué es ser rancio? Para mí ser rancio es reivindicar tus tradiciones, lo que nos hace distintos de cualquier otra ciudad. Estas tradiciones se pueden llamar Semana Santa o Feria, pero también patio de vecinos o cerveza en el Vizcaíno. Ser rancios nos diferencia, evita que nos convirtamos en una mera acumulación de franquicias como MacDonalds, que las hay en cualquier lado... lo que no hay en cualquier lado es un Garlochí.

Lo que hace de Sevilla una ciudad son todas esas historias que nos vamos inventando entre todos

–Es decir, ser rancios es una postura antiglobalizadora.

–Absolutamente. Es una resistencia frente a la homogeneización. Si no tuviésemos esas cosas, cuál sería la diferencia entre un sevillano y un tío de Arkansas. Ser rancio es saberte los detalles más locos de cualquier talla de Semana Santa, reivindicar la hermandad de la pata de pollo...

–Disculpe mi lamentable falta de ranciedad, pero ¿qué es la hermandad de la pata de pollo?

–Desde hace ya muchos años, los jueves de Feria hay unos tíos que sacan una silla de enea con una pata de pollo colgada y la llevan en procesión desde el Real hasta el bar Bugarin, en la calle Asunción. Es un poco reivindicar la tradición del Marqués de las Cabriolas, la Caseta er 77 y toda esa parte surrealista que siempre ha tenido la ciudad. Esas cosas evitan que todo sea Twitter, Facebook y lo que sea.

–En Sevilla las tradiciones se inventan en tres días.

–Hace poco hablaba con alguien sobre si Sevilla es una ciudad inventada o no. La conclusión era que por supuesto, porque lo que hace de Sevilla una ciudad son todas esas historias que nos vamos inventando entre todos.

–¿Quién ha sido su gran maestro de ranciedad?

–Mi padre. Entre lo que sabe y lo que se inventa es una auténtica enciclopedia de la ciudad.

–Acaba de publicar con la editorial El Paseo ‘El diario del asesino de la regañá’, una precuela de ‘El asesino de la regañá’, libro del que se cumplen diez años y fue un auténtico fenómeno editorial. ¿Cuántos libros ha vendido?

–Hace un año y pico superamos los 100.000 ejemplares. Yo no me lo explico todavía.

–¿Y cómo se le ocurrió la idea de escribir el libro?

–Cuando trabajaba como reportero en Las mañanas de Cuatro, cubriendo el caso de los ERE, pensé que menos mal que no había un pirado que se tomase la justicia por su mano. Y, junto al cámara, empezamos a especular cómo sería el asesino de la película Seven si fuese de Rochelambert. Poco después me quedé en el paro y decidí escribir la historia.

Sevilla es la mejor ciudad del mundo para vivir si tienes un nivel económico medio o medio-bajo

–Una vez le escuché a los Morancos decir que para ellos era fácil crear sus espectáculos. Sólo tenían que poner la oreja por las calles de Triana. ¿El rancio también pone mucho la oreja?

–Mil por cien. De hecho, cuando vivía en Madrid me costaba mucho escribir. Mis peores libros son de esa época. No tenía la gasolina necesaria. El otro día quedé con Pive Amador, que siempre me ayuda mucho. Me dijo que, para lo que estamos hablando, su madre tenía una expresión preciosa: “Ladrón de oído”. Tanto Pive como yo lo somos mucho. Ayer estaba tomando una cerveza en el Cateca y escuché autenticas maravillas. Escribir estos libros está bien, porque dejas rastro de genialidades que si no se perderían. Si algún mérito tienen estas historias es que, cuando las lees, siempre reconoces a alguien de tu entorno, aunque muy exagerados y caricaturizados.

–En sus libros se observa la ironía, pero también el homenaje. ¿Qué pesa más?

–Siempre me ha gustado el camino intermedio. Mi referente es Silvio el rockero, incluso le puse su nombre a uno de mis dos hijos. Silvio fue el que inauguró esa Sevilla compleja que puede ser del Sevilla y hacerle una canción al Betis, ser rockero y semanasantero, vivir en Los Remedios y tener carácter trianero... En esta ciudad parece que todo tiene que ser A o B, pero yo creo –y lo reflejo en mis libros– que los de A tenemos muchas cosas de B y viceversa. Por supuesto, también hay un homenaje. Por mi trabajo he viajado muchísimo y no me cabe la menor duda de que Sevilla es la mejor ciudad del mundo para vivir si tienes un nivel económico medio o medio-bajo. Si estás forrado quizás sea mejor Nueva York o Londres, pero no es mi caso. Aquí con diez euros pasas el día, pero en otras ciudades no coges ni el metro. Sevilla es muy tirada, pero también muy monumental, con mucha historia. Una vez, en un tour por Nueva York, me enseñaron una iglesia y me di cuenta de que la fecha de su construcción era más tardía que la de la casa de mi abuela Cande, en la calle Candilejo. Sé el año de su construcción porque lo pone en la cancela.

–¿Tanto ha viajado?

–Como reportero de Andaluces por el Mundo he estado una semana al mes fuera. Hubo un año que, trabajando para España Directo, me pasé 260 noches lejos de mi casa. Como uno de los responsables de los contenidos digitales de la Selección Española de Fútbol durante ocho años la acompañé a todos sus viajes, desde los partidos amistosos hasta los mundiales...

–En sus libros suelen aparecer personajes del ‘star-system’ sevillano: los Morancos, Burgos, Lopera, Soto... ¿A cuál le daría el cetro del rancio

–Estaría entre Burgos y Soto. Yo muero con Soto, es un tío espectacular. Ideológicamente no coincidimos prácticamente en nada, pero lo considero mi amigo. Es un tío super generoso y al que le da igual decir lo que piensa. A Burgos le falta el humor, por lo que es difícil tratarlo como personaje en mis libros, no tiene comicidad. Es curioso, porque hay personajes que no consigo que funcionen. Por ejemplo, lo he intentado muchas veces con Fran Rivera y no lo consigo. No me funciona como miembro de la secta Serva La Bari. Paquirrín tampoco.

–¿Existirá de verdad la secta Serva La Bari? Debería.

–El origen de la mafia italiana es sevillano. Aquí se montó la Garduña, que es algo parecido, al calor del oro americano. El poder oculto está en nuestro imaginario. Al fin y al cabo, ¿qué son las hermandades? Manda más el hermano mayor de la Macarena que un determinado concejal. Son estructuras de poder alternativas.

Sevilla va a contracorriente de lo que manda en el mundo y por eso hay que ser rancios

–Es curioso, porque usted no parece un rancio. Más bien parece...

–...Un modernito sevillano. Lo hablábamos antes. Tengo un montón de amigos músicos de bandas de rock que son cofrades de la Hiniesta o en Los Estudiantes... Hace poco llamé a uno poco antes de salir y me dijo, “aquí estoy, en el backstage de la Hiniesta”. Parece que sólo existen los que se van a la playa en Semana Santa y los que se quedan. Pero no, hay gente que un año se queda y otros viaja; personas a las que le gustan estas cosas pero no de una manera obsesiva...

–Es curioso que sólo una semana marque tan definitivamente a una ciudad.

–Es cierto que la Semana Santa canibaliza el resto de fiestas y de meses. Yo vivo en San Julián y todas las semanas hay un jaleo, cuando no es un quinario es un traslado o un triduo. En el resto del planeta la gente cada vez está más lejos físicamente, todos se relacionan por las redes sociales, pero aquí hay un evento que se llama Semana Santa que hace que nos juntemos miles de personas en torno a algo. Y cada uno lo ve de una manera: unos por religiosidad, otros por gozo estético... Sevilla está a contracorriente de lo que manda en el mundo y por eso hay que ser rancios. Yo defiendo estar contigo tomando una cerveza después de llevar un paso en vez de estar enganchado a un smartphone.

–¿Usted qué dice churros o calentitos?

–Calentitos.

–Pues antes, cuando pasamos por la Magdalena, me dijo churros.

–Pero no lo pensé. Si lo pienso digo calentitos. Cuando uso la palabra churro en las redes me llaman vendido y perro. Pero para mí el debate es si se dice “un pavía” o “una pavía”.

–Mi teoría es “un pavía”, por aquello de un soldadito del general Pavía.

–Pero mi abuela, que es quien manda , decía una pavía.

–También hay un tipo de rancio aristocratizante, al que le gustan los camareros siesos y otros dolores.

–Son los que reparten las monedas de sevillanía. Los Remedios es uno de los barrios más rancios. Allí cojo muchas referencias, en el Donaire, el Mariscos Emilio... Es un sitio con mucho imaginario... un barrio con diplomas en las paredes... ¡Cuantos dermatólogos, psicólogos, internistas...!

–Antes de escribir la Feria del Chivo, Mario Vargas Llosa decía que le resultaba imposible escribir de algo que no fuese el Perú. ¿Usted ha escrito sobre algo que no fuese Sevilla?

–Lo intenté, porque la gente me animaba a hacerlo después de haber tenido tanto éxito en Sevilla, Huelva, Cádiz, Madrid y Barcelona. Pero yo no escribo bien. Lo que hago es fácil, son pasapáginas. Muchos de mis lectores no leen habitualmente. Pero sí es cierto que todo lo que yo escribo es mi verdad, tengo que haberlo tocado con las manos. Pese a que siendo muy chico viví en Triana, tardé mucho tiempo en escribir El enigma del evangelio de Triana, porque no quería parecer un guiri. Sólo cuando yo vi que controlaba muy bien el tema y que mis anécdotas eran de calle, no de Google, cuando ya me había tomado cervezas con los personajes del barrio, decidí hacer el libro.

–¿Le meto en un aprieto si le pregunto si es del Sevilla o del Betis?

–Soy bético.

–¿Y qué es más rancio ser del Betis o del Sevilla?

–Del Betis. Tiene muchos vínculos: Curro Romero, la Macarena, el manquepierda. Yo a mi hijo le digo que sea del equipo que sea, pero entiendo que si es buena persona será del Betis... Es tan bonito lo que me ha enseñado el Betis. Yo pillé una de las peores épocas del club, lo que me ha enseñado a perder, a soportar el dolor, a gestionar la tristeza y la decepción.

El psicólogo de la cárcel me dijo que ‘La cámara de los balones’ es uno de los momentos preferidos de los presos

–Dicen que es usted al que casi mata el campanario de Lorca que se desplomó en directo durante el terremoto. Mantuvo muy bien el tipo.

–Ese fue mi primer hit. Yo era Julio el de Lorca hasta que fui Julio el de El Asesino de la Regañá. Me puse muy de moda y me quisieron fichar todas las teles. Me comí tres horas en directo con TVE y abrí el telediario. Hicimos un buen ejercicio de periodismo. No fuimos en absoluto sensacionalistas. Fue la primera vez que vi alguien muerto. Pero pese a todo, al día siguiente tuvo más audiencia Sálvame. Ahí di por perdida muchas cosas. En casa aún guardo un trozo de la campana.

–Trabajó con la Selección Española de Fútbol, un puesto por el que mucha gente daría un brazo.

–Fui como el subdirector de comunicación digital. Fue una etapa preciosa. El corresponsal de Al Jazeera me decía que lo que tenía yo no lo tenían ni los jeques, porque podía dormir con el equipo, que era algo que no se podía conseguir con dinero. Mantengo mucha relación con jugadores como Xavi o Iniesta.

–¿Había buen rollo?

–Sí, aunque suene a frase de sobre de azúcar, toda la gente que yo he conocido excepcional en su trabajo siempre han sido muy normales. Los sub 21 que probaban un día con la Selección solían ser más arrogantes que los Xavis e Iniestas. Aquella época fue la del auge del Estado Islámico. Yo pensé hacer alguna broma en mi cuenta de Twitter de @Rancio , porque el humor es una respuesta inteligente, desactiva. Como el Estado Islámico reivindicaba mucho Al Andalus colgué una foto del hotel con ese nombre en Sevilla con el comentario: “El Al Andalus no se toca”. Poco después me reuní con Lopetegui a preparar una rueda de prensa. De repente vi que empezaban a llamarme y había un mensaje de una amiga que me decía “la has liado”. Le dije a Julen si podía atender el teléfono porque era importante. “¿Más importante que la vuelta de David Villa a la selección”, me dijo él.

–¿Y qué había pasado?

–El tuit se había viralizado tanto que la gente que estaba hospedada en el Al Andalus se habían pensado que eran objetivo del Estado Islámico. Estaban cancelando todas las habitaciones. La de comunicación del Al Andalus me dijo: “Julio, se me ha salido la almorrana. Pon que es de broma”.

–¿Se puede ser rancio sin escuchar ‘La Cámara de los Balones’, programa de la SER del que es usted guionista?

–Se puede ser rancio de la manera que uno quiera. Con la Cámara me pasan cosas preciosas. El otro día un amigo que es psicólogo de la cárcel me dijo que el programa es uno de los momentos preferidos de los presos, que luego los escucha por los pasillos imitando a los personajes.

–¿Cuál es el personaje con el que se divierte más?

–El Emérito me tiene ganado con su mezcla de caliente y golfo. Y Josele.

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