Betis-Sevilla Derbi en la Copa

Ardor bético contra resiliencia sevillista

Julen Lopetegui y Manuel Pellegrini se saludan antes del último Sevilla-Betis.

Julen Lopetegui y Manuel Pellegrini se saludan antes del último Sevilla-Betis. / AFP 7 / EP

Cada derbi presenta un pelaje distinto. Y más el que asomará el próximo sábado por Heliópolis, adobado por ese picante que el presidente de la Federación Española, Luis Rubiales, se sacó de la manga cuando pergeñó esta moderna Copa con aires de ruleta rusa y mandó eliminatorias a partido único hasta las semifinales. El torneo se juega ahora más en Las Rozas, cuando salen las manos más o menos inocentes. Julen Guerrero conserva un rostro angelical incluso ya cuarentón, pero otra historia era su demoledora pierna derecha. Y también, a lo que se ve, su mano. Toda una faena le hizo el viernes al fútbol sevillano al emparejar a Betis y Sevilla en un duelo a 90 minutos, o 120, para meterse en los cuartos de final. Ambos equipos describen una trayectoria sin igual en la Liga, segundos los de Nervión y terceros los de Heliópolis, y Lopetegui y Pellegrini confiaban en rotar algo en estos octavos. Pero no lo podrán hacer, vaya que no...

La plaga roja

Hace algo más de dos meses que el Sevilla volvió a conquistar su plaza predilecta, el Benito Villamarín. Y lo hizo con rotunda superioridad sobre un desconocido Betis. No ha pasado mucho tiempo de aquel 0-2, pero en las plantillas han pasado demasiadas cosas desde entonces. Y casi todas malas. Sobre todo del lado rojo, que volverá a ser la vestimenta de los sevillistas el sábado.

La sexta ola del Covid ha entrado en todos los vestuarios de Primera y más que seguirá entrando. Y eso ha afectado a la barra de energías de ambas plantillas.

Mateu, árbitro del último Betis-Sevilla, estará en una reunión de UEFA el fin de semana. Mateu, árbitro del último Betis-Sevilla, estará en una reunión de UEFA el fin de semana.

Mateu, árbitro del último Betis-Sevilla, estará en una reunión de UEFA el fin de semana. / Antonio Pizarro

También el trasiego en las enfermerías ha sido notable y ahora es el Sevilla el más afectado: siguen como lesionados de larga duración Suso y Lamela, Jesús Navas tampoco va a poder reaparecer aún. Y Delaney tampoco. A esas cuatro piezas, todas ellas de marcado protagonismo para Lopetegui, se les puede unir Rekik y hasta Koundé, que se retiró el domingo ante el Getafe en el descanso tras su costalazo. Es más improbable la ausencia del francés que la del neerlandés. Pero lo que sí es seguro es que ni Bono, ni En-Nesyri (titularísimos ambos) ni Munir estarán el sábado, pues andan enrolados con Marruecos en la Copa de África.

Curiosamente, el Sevilla va a salir con un once muy parecido a la noche del 0-2, sólo cambiarían Dmitrovic por Bono y el Papu Gómez por Lamela, pero lo que varía de forma sustancial es el banquillo y, sobre todo, las reservas de energía de los protagonistas. Lopetegui ha gestionado dos meses con ocho, nueve, diez bajas por partido. Y aunque el sevillista no deja de asombrarse por los 16 puntos de los últimos 18 posibles, la resiliencia del equipo se pone a prueba cada semana con lo puesto.

Pellegrini, por su parte, espera recuperar a Juanmi, indispuesto de última hora en Vallecas. Las únicas bajas seguras son las de Willian José por su lesión en el sóleo y Martín Montoya por su reciente operación en un pie. Sabaly, que no ha debutado aún, tampoco parece que lo haga en el derbi. Y la duda estriba en Pezzella, Miranda y Paul, a quienes Pellegrini espera recuperar para el trabajo en estos días.

El Betis tiene dos bajas seguras, una de ellas titular fijo; el Sevilla tiene siete ausencias fijas, seis de ellas titulares habituales en la presente temporada.

Rehabilitados en verde

El momento del Betis es bien distinto al que atravesaba cuando el Sevilla salió por la bocana de vestuarios aquel 7 de noviembre. Venían los béticos de caer 3-0 ante el Atlético y 4-0 ante el Bayer en Leverkusen. Además, habían jugado en Alemania el jueves anterior, tres días antes.

Hoy, el Betis ha sumado sólo uno de los últimos nueve puntos por los que ha litigado en la Liga, al caer en Bilbao y ante el Celta y empatar ante el Rayo, pero sólo ante los gallegos decepcionó en su juego. El grueso del equipo anda en un óptimo momento de forma. Y analizando el once inicial que opuso al vecino en aquel 0-2, aparece que cuatro jugadores hoy en un gran estado no fueron titulares: Rui Silva, Bartra, William Carvalho y Juanmi. El portugués y el malagueño sí que actuaron en la segunda parte ante el Sevilla, pero entonces Guido ya había sido expulsado y el partido estaba muy volcado a favor de los visitantes.

Pellegrini ha embarcado a muchísima gente, lo más revelador ha sido su capacidad para reactivar a William Carvalho y Juanmi, a quienes muchos béticos querían ver fuera del proyecto el pasado verano.

De lado sevillista, también hay tres jugadores cuyo rendimiento en el arranque de la temporada venía siendo irregular y ahora ejercen su acusada personalidad y experiencia: el capitán Rakitic, hombre experto en duelos de rivalidad sevillana; Lucas Ocampos, también protagonista principal en derbis desde que llegó, y en menor medida el Papu Gómez, que va afianzándose en el once y aporta sus tablas en una formación ávida de alternativas por tanta baja.

De un lado y de otro han emergido, pues, jugadores de reconocido nivel que en estos dos meses desde el último derbi han elevado sus prestaciones y están llamados a decidir el sábado.

Sin ‘jurisprudencia’

Si en los partidos de rivalidad local siempre ha sido aún más importante el aspecto mental, más aún lo será esta vez. Y por varios factores. El primero y principal radica en la absoluta falta de jurisprudencia acerca de cómo hay que manejarse en un derbi a vida o muerte, pues no han habido finales y las ocho veces anteriores que se vieron las caras en la Copa (6-2 para los sevillistas) fue a doble partido.

A la tensión inherente a estos partidos se añade ese matiz. Y hacer que la tensión propia de 180 minutos se encapsule en 90, o 120, puede hacer explotar la cabeza de alguno por tal saturación mental. Ojo con lo del corazón sin cabeza. O la potencia sin control.

Está claro que el Betis va a saltar espoleadísimo por dos motivos: a sus ganas de venganza por el aún fresco 0-2 de la Liga se ha unido la indignación y rabia en el camerino verdiblanco por el muy adverso arbitraje que sufrió por parte del novato Muñiz Ruiz ante el Rayo el último domingo. Un sentimiento avivado por las redes sociales y personas del entorno bético que pueden provocar algo muy pernicioso siempre en los derbis: la sobreexcitación. La que llevó a Guido a la ducha antes de tiempo, sin ir más lejos.

El Sevilla, al otro lado del ring, es en cambio un equipo cerebral hasta decir basta. Metódico. Cartesiano. Le falta saltar a jugar con batas blancas. O rojas. Sale a tratar de imponer su fútbol de control sin riesgos y suele hacerlo. Lo impuso en el Villamarín la última vez y lo volvió a hacer poco después en el Santiago Bernabéu, aunque esta vez no aguantó el proverbial arreón final del Madrid y cedió metros hasta perder.

La superioridad de los sevillistas el pasado 7 de noviembre les puede dar un plus de confianza en la durísima batalla que se avecina. También el hecho de que, desde que Julen Lopetegui llegara en 2019, el balance es de cuatro victorias de su equipo y un empate en los cinco derbis.

Sólo béticos

Pero en el recuerdo de ese empate, que acaeció hace algo más de un año, en el primer partido del pasado 2021, emerge el asidero al que puede agarrarse el Betis: la intensidad, el arrojo, la valentía, virtudes que entonces exhibió un equipo que afrontaba el duelo muy mermado por el Covid y las lesiones, no pueden volver a faltar en las filas verdiblancas, como sucedió hace un par de meses. Para que lo tengan presente los anfitriones, unas 45.000 almas no van a parar de apretar. En cambio, el Sevilla jugará con el único respaldo de su fiabilidad. Lo que no es poco.

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