Solvente y sin darle opciones al rival, el Betis se metió en octavos coperos ganando con rotundidad en Valladolid. De esa forma se recobraba la dinámica ganadora que puso al Betis en el lugar que ocupa y lo cierto es que esta eliminatoria la pasó con desahogo y sin tribulaciones como las padecidas en Talavera, cuando la eliminatoria anterior. Un resultado con holgura para convertir en trámite algo que mucho preocupaba.

Tras dos derrotas que dolieron como suelen doler todas las derrotas, el agravante de haber quebrado una racha exitosa hacía que una de esas citas envenenadas que proporciona la Copa se afrontase con cautela. Era con un rival habitualmente primerdivisionario y con la categoría recientemente perdida, por lo que los recelos que da la Copa brotaron como multiplicados. Y a partir de estas premisas, el Betis comparece con rotaciones, pero con un once de garantía.

Y tras un recital de ocasiones, Carvalho y Fekir sacan a relucir la jerarquía que ambos atesoran para que en tres minutos, 24 y 27, pusieran la eliminatoria de cara en sendos raptos de calidad. Y a partir de ahí, otro puñado de ocasiones perdidas que acarrean la sensación de temor a que puedan echarse de menos. Tras el descanso, un más de lo mismo incluido el apartado de las gran cantidad de ocasiones desperdiciadas que el Betis regaló ante el veterano Roberto.

Otro gol caería en esa segunda fase y fue obra de un Borja Iglesias que pudo redondear una noche muy goleadora. Jugando cortita y al pie, con un gran Carvalho en la sección de proyectos y cogiéndole las espaldas a la defensa violeta como le venía en ganas, lo que restaba iba a ser una exhibición espectacular de ocasiones desperdiciadas. Otra bala copera aprovechada y sin dar pie a la sorpresa, el Betis cumplió con su obligación de pasar y también de romper una mala racha.