Inexorablemente, sigue la vida y, por ende, sigue el fútbol y hoy toca un Espanyol-Betis indudablemente interesante. Diez puntos arriba el Betis, que llega a esa sucursal bética que es Cataluña en general y muy especialmente el cordón industrial de Barcelona, zona en la que se halla el rodeo de esta noche. Y llega el Betis rebelado ante la inconmensurable injusticia de la clausura del estadio aún contento por los dos últimos compromisos.

Se ha atropellado la razón de tal forma, se ha agredido al Betis con una contundencia tal que vendrán tiempos convulsos. Me consta que el sevillanísimo club de las trece barras con corona va a echar el resto en defensa de sus intereses. No puede ser de otra manera, pero que se atenga a las consecuencias que siempre acarrea enfrentarse a un enemigo como el que tendrá enfrente. Dicho lo cual, que el foco en este viernes de cuesta se ponga en lo de esta noche en Cornellá.

El Espanyol de Vicente Moreno se ha caracterizado por su solidez como local y su estadio se ha convertido en prácticamente inexpugnable hasta que llegó el Elche y acabó con su cartel de fortín. El martes sacó un inmerecido punto cuando todo indicaba que todo el botín se iba a quedar en ese estadio que se gafó el mismo día que le birlaron su nombre original. Pero su fortaleza casera no creo que se vaya a haber debilitado por lo ocurrido la tarde que faltó a lista Diego López.

Y como es habitual en cada avant match, esa incógnita de cuántas serán las rotaciones que ordene Pellegrini cae por su peso. Extrañó el martes que ante el Alavés apenas apelase a dicha práctica, pero tres partidos en cinco días es un motivo más que suficiente para que el andino retorne a las andadas. Se trata de agarrarse, Betis, a esa zona de privilegio que exhibe en la tabla y bueno será olvidarse por un rato, sólo por un rato, de cómo lo tratan en la nociva RFEF.