Betis-Levante

El haber supera al debe con claridad (3-1)

Importante respiro para el Betis y, sobre todo, para su autoestima. El proyecto de Rubi se ganó mucho crédito con la remontada ante el Levante por la sencilla razón de que las ideas se asimilan muchísimo mejor con una sonrisa en la cara durante los entrenamientos que en un estado de crispación. El cuadro verdiblanco supo poner muchísimas más cosas en la columna del haber que las que figuraron en el debe de ese primer periodo tan decepcionante y ahora ya puede otear el horizonte con mucho más optimismo. Con la esperanza que le otorga juntar en una misma plantilla a Joaquín, Loren, Borja Iglesias, Canales, por citar a cuatro protagonistas en esta ocasión, y también a Fekir, Tello y otros elementos tan trascendentes como los anteriores.

El Betis, sin duda alguna, cuenta con mimbres para hacer un buen cesto y sólo cabe esperar que el artesano, en este caso Rubi, sea capaz de hallar el método adecuado para ir engarzando todas las piezas en su sitio justo. Porque los verdiblancos no sólo anotaron tres goles en el electrónico, todos ellos casi a puerta vacía, pero a través de una elaboración exquisita hasta llegar a esas situaciones, también fueron capaces de introducir en el disco duro de sus más fieles algunas acciones de indudable belleza.

Porque puede levantar la mano quien no esté recordando aún el caño de Joaquín a Toño en la banda izquierda acariciando el balón como lo hacía Romario en sus elogiadas colas de vaca o el pase de tacón de Canales para el propio extremo portuense en la jugada que concluye con el tres a cero, el primer gol oficial de Borja Iglesias con la verdiblanca.

Los más de 44.000 béticos no sólo disfrutaron del triunfo, también de acciones concretas bellísimas

Cuando un espectador paga una entrada le gustan dos cosas fundamentales. La primera es que gane su equipo, por supuesto que sí, y los más de 44.000 béticos que se dieron cita en el Benito Villamarín a las ocho de la tarde de un martes salieron con la satisfacción de haber visto un triunfo de los suyos. La segunda, casi al mismo nivel cuando se ha consumado la premisa anterior, es gozar del espectáculo y esas cachas de toda la vida, taconazos y hasta una rabona, con menos eficacia, cierto, de Guardado pertenecen al catálogo de momentos brillantes.

No sólo se trata de sobar la pelota de un lado a otro sin más sentido que protegerla y no perderla, también hay que correr riesgos con ella porque los réditos finalmente son mucho mayores y la felicidad, en caso de triunfo por supuesto, se potencia hasta casi el infinito. Todo ese conjunto de factores pudieron saborearlo los buenos aficionados en el estadio radicado en Heliópolis. Y ya que el emoticono de la sonrisa estaba instalado a sangre y fuego en los rostros de todos los béticos, por qué no decirlo, hasta se puede recordar con alivio que también un rival ofreció espectáculo del bueno, en este caso el portugués Hernani, que hizo cosas también bellas con el balón en los pies.

Los jugadores del Betis celebran uno de los tantos. Los jugadores del Betis celebran uno de los tantos.

Los jugadores del Betis celebran uno de los tantos. / Antonio Pizarro

Pero eso ya pertenece al haber del Levante, no al del Betis, que se debe quedar siempre con las cosas buenas de los suyos. Aunque tampoco sería bueno pasar por alto las negativas, las que se sitúan en el debe del balance. Porque el equipo de Rubi volvió a dejar muchas dudas en el arranque y permitió que el Levante le hiciera daño con aparente facilidad. Los valencianos, incluso, se adelantaron muy pronto y hasta pudieron agrandar el estropicio en algunos acercamientos que siempre cogían mal colocado al entramado defensivo del cuadro local.

Como otros partidos, el Betis demostró que tiene sangre para remontar y lo consiguió con prontitud incluso

Ya quedó escrito en una anterior crónica que este Betis, sin embargo, tiene sangre, que muestra carácter para reponerse a las dificultades y por ahí comenzó a gestarse la remontada final. Álex Moreno, en la banda izquierda, tiró de los suyos y los verdiblancos fueron nivelando todo hasta merecerse el empate incluso antes de lo que se produjo, pero los centros del zurdo jamás encontraban al rematador en el sitio justo.

Todo lo contrario de lo que le iba a suceder a Joaquín en el epílogo del primer acto y también en la presentación del segundo. El extremo portuense tuvo una virtud fundamental en este juego, el temple, la pausa justa para dejar que llegara el compañero mejor colocado para un remate letal. Su socio fue Loren y el Betis había convertido el pequeño desastre en el que vivía en un mar de buenas vibraciones.

Con el dos a uno, los verdiblancos no dieron ningún paso atrás, tal vez porque no saben hacerlo y esta plantilla no está construida para ello. Una nueva acción colectiva por la banda derecha, con la superioridad provocada por Canales para la llegada de Joaquín, acabó en una exquisitez del cántabro antes de que el veterano capitán diera una nueva lección de sapiencia en el pase. Uno fue por arriba, el primero, el segundo a la llegada al segundo palo y el tercero, para completar el repertorio, el antes conocido como pase de la muerte. Ahí estaba Borja Iglesias para estrenarse como goleador y para garantizar ya un triunfo de un valor tremendo. El Betis de Rubi tiene muchísimo más en el haber que en el debe y ésa es la vía a transitar para que la sonrisa se haga perenne.

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