PRÁCTICA habitual es la de que el mercado invernal se haga febril según se acerca la última campana. En esta ocasión ocurre lo mismo y pasa que las necesidades más perentorias suelen estar sin cubrir así que se acerca el final de la cuesta. Y es que el mercado futbolístico tiene mucho de cuesta y si en la que afronta la calle se ve demasiado el cartón de cada cual, en el futbolístico pasa más de lo mismo aunque ya se haya puesto algún parche.

En el Betis se cubrió sobre la marcha la fuga de un valor indudable a la Premier con el fichaje de un brasileño prometedor que anda en las lógicas faenas de adaptación. Pero se da en este caso de los verdiblancos una extraña sensación de urgencias que no se sabe a qué se deben. Estar en la tabla muy por encima de lo que dice su presupuesto anual no es para que tenga que acudir a esa subasta de carne de futbolista que se produce acentuadamente en estos últimos días de enero.

Sexto en la tabla y viendo por el retrovisor a clubes como Athletic, Valencia o Sevilla no es para que haya de ir a un mercado que se ve muy exigente por sí mismo y, sobre todo, por las dificultades para fichar. Ese tope salarial hace que la parte contraria sepa que se sienta en la mesa con mejores cartas y eso dificulta sobremanera las negociaciones. Aquel atar al perro con longanizas del verano prepandemia ha traído una situación que hacen poco viables fichajes y también desfichajes.

Todo se cierra esta noche y estoy seguro de que en la casa heliopolitana no se van a hacer locuras, entre otras cosas porque la estricta ley que impone LaLiga las imposibilita. Estar sexto en la tabla y con treintaiún puntos a falta de un partido para doblar el ecuador de la competición refleja un estado de cosas que lo que menos necesita es volverse majareta adquiriendo lo que cuesta o no se puede pagar. O sea que a aguardar el cierre y a esperar al Fútbol Club Barcelona.