Antonio Peña (médico) sobre el uso responsable de las nuevas tecnologías en Semana Santa: "Lo más recomendable es encontrar un equilibrio"
Investigación y Tecnología
En muchos casos, la dependencia digital no responde solo a la tecnología, sino a una necesidad de compensar carencias emocionales
Una psicóloga experta en nuevas tecnologías: "Las familias necesitan educación en el mundo digital tanto como los niños y adolescentes"

En un mundo hiperconectado, el uso de las nuevas tecnologías se ha vuelto parte integral de nuestra vida diaria. Sin embargo, el abuso de pantallas, redes sociales y dispositivos puede tener efectos profundos en nuestra salud mental y bienestar. Lejos de demonizar la tecnología, los expertos insisten en la importancia de un uso consciente, equilibrado y adaptado a las necesidades de cada etapa vital.
El médico en tratamiento de adicciones de Esvidas, Antonio Peña, aporta unas claves que son esenciales para comprender cómo afecta el consumo digital a nuestra salud y qué podemos hacer para minimizar sus efectos negativos ahora que viene la Semana Santa y es época de vacaciones de niños pequeños y adolescentes, por lo que puede aumentar el tiempo de consumo de las nuevas tecnologías. "Hay que tener en cuenta que cada familia tiene su propia situación. Por ejemplo, en Semana Santa, pueden darse circunstancias que incrementen el tiempo que los niños pasan frente a una pantalla, aunque no debemos olvidar que estamos hablando de momentos puntuales dentro de periodos vacacionales, no de rutinas diarias, y es clave saber diferenciarlos a la hora de establecer límites", explica el médico.
El impacto silencioso del consumo digital prolongado
Pasar largas horas frente a una pantalla no solo implica que acabemos con fatiga visual o dolores físicos, sino que las consecuencias van más allá y son más preocupantes, ya que inciden directamente en el estado emocional y psicológico. La sobreexposición a redes sociales, por ejemplo, genera una presión constante por compararse, lo que alimenta la ansiedad, el estrés e incluso la baja autoestima. Además, la luz azul que emiten los dispositivos interfiere con la producción de melatonina, dificultando el sueño. Esto quiere decir que tenemos más problemas añadidos como el cansancio, dificultad para concentrarnos y cambios en nuestro estado de ánimo, además de sensación de aislamiento.
"Hay un riesgo de sentirnos más aislados, ya que, aunque estemos 'conectados', la falta de interacciones cara a cara puede hacer que nos sintamos emocionalmente más distantes de los demás", apunta Antonio Peña y recuerda que "las relaciones personales directas siguen siendo esenciales para mantener un buen bienestar emocional". Ante situaciones de "amenaza" en las enfermedades, los profesionales de la salud suelen establecer que la mejor cura es la prevención y en este caso, el consejo es el mismo, pero con un matiz que recalca el médico de Esvidas: que empieza en casa. "La prevención es más eficaz cuando se aborda en familia y se combina con hábitos saludables como la práctica de ejercicio y el tiempo de calidad compartido" y aconsejan que "lo más recomendable es encontrar un equilibrio".
Uno de los enfoques más interesantes que plantea el doctor Peña es que, "en muchos casos la dependencia digital no responde solo a la tecnología, sino a una necesidad de compensar carencias emocionales o una búsqueda constante de gratificación. El uso compulsivo del móvil, los videojuegos o las redes puede convertirse en una vía para evitar el dolor, llenar vacíos o buscar una gratificación inmediata en forma de dopamina". Por eso, abordar únicamente el síntoma (el uso excesivo) no es suficiente, sino que para que la recuperación sea efectiva hay que reconocer el origen emocional del comportamiento y trabajar sobre él, idealmente con la ayuda de un terapeuta o grupo de apoyo especializado.
Señales de alerta y claves para evitar recaídas
Si bien todos podemos vernos afectados por el uso excesivo de la tecnología, hay ciertos grupos especialmente más sensibles. Los adolescentes, por ejemplo, son particularmente vulnerables a la presión de las redes sociales, que puede desencadenar problemas de autoestima y salud mental. En los niños pequeños, el exceso de pantallas puede interferir en su desarrollo emocional y social si no se supervisa adecuadamente. Por lo que respecta a la población adulta, sobre todo aquellas personas que ya padecen ansiedad o depresión, el uso de dispositivos puede convertirse en una forma de evasión que agrava su malestar. Incluso los mayores, que han encontrado en la tecnología una forma de mantenerse conectados, pueden desarrollar dependencia si las pantallas reemplazan su contacto humano.
En este contexto, se hace necesario detectar a tiempo las señales de una posible dependencia digital para poder actuar, dado que si el uso de pantallas empieza a interferir con el trabajo, las relaciones o el bienestar general, hasta el punto de sentir ansiedad cuando te desconectas o si hay serias dificultades para controlar el tiempo que se está conectado quiere decir que son señales que nos indican de que es el momento de pedir ayuda. Para prevenir recaídas, los expertos aconsejan establecer horarios de uso, desactivar notificaciones y reforzar el entorno con actividades gratificantes y sin tecnología. La clave no está en prohibir, sino en aprender a convivir con la tecnología sin que esta se adueñe de nuestra vida para lo que se puede establecer pausas, elegir bien cómo y cuándo usar la tecnología, así como también tener presente que el bienestar emocional se construye también y, sobre todo, lejos de las pantallas.
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