Joan Montaner, neurólogo y director del Plan Andaluz de Ictus: "Hay una epidemia vascular. Vamos viendo ictus más jóvenes y gente con mucho riesgo vascular"

Joan Montaner, Jefe de Servicio del Hospital Macarena de Sevilla, premio SEN Ictus

Hasta un 80% de los ictus serían prevenibles si se adoptaran hábitos saludables y se controlaran los factores de riesgo

Los neurólogos españoles premian al jefe de la Unidad de Ictus del Macarena por su labor científica

El neurólogo y jefe de la Unidad de Ictus del Macarena, Joan Montaner recogiendo el premio otorgado por la SEN
El neurólogo y jefe de la Unidad de Ictus del Macarena, Joan Montaner recogiendo el premio otorgado por la SEN / Sociedad Española de Neurología (SEN)

El ictus se ha convertido en uno de los grandes desafíos sanitarios del presente. En Andalucía, es la primera causa de muerte entre mujeres y una de las principales fuentes de discapacidad en la población general. Cada año, se producen más de 21.000 casos en la comunidad, lo que refleja no solo un problema clínico, sino también una realidad epidemiológica que va en aumento.

El doctor Joan Montaner, neurólogo e investigador, actualmente dirige el Plan Andaluz de Ictus y lidera una revolución silenciosa pero contundente en torno a esta enfermedad: desde la mejora del diagnóstico precoz y la atención aguda, hasta el seguimiento, la rehabilitación y, especialmente, la prevención.

"Uno de los grandes logros del trabajo de Montaner en los últimos años ha sido impulsar la investigación en biomarcadores del ictus"

En sus propias palabras, "hay una epidemia vascular. Más de la mitad de los andaluces tienen un factor de riesgo vascular. Vamos viendo ictus más jóvenes y gente con mucho riesgo vascular". Los principales son la obesidad, sedentarismo, colesterol (25%), tabaquismo, diabetes (10%) o hipertensión (23%). El reto, explica Montaner, no está tanto en saber qué hacer (porque ya lo sabemos), sino en lograr que la población y los propios profesionales apliquen de forma constante esos conocimientos en la vida cotidiana.

El neurológo explica que hay una gran diferencia entre vivir con autonomía o quedar limitado tras un ictus y no es solo una cuestión médica, sino humana que afecta a la propia persona y a su entorno. Por lo tanto, la prevención por la que apuesta Joan Montaner es más una inversión en salud, en futuro y en dignidad.

La epidemia que avanza: ictus en edades cada vez más jóvenes

La tendencia que se observa en los últimos años es preocupante: el ictus ya no es una enfermedad exclusiva de personas mayores. Cada vez más, se registran casos en pacientes jóvenes, incluso en edades inferiores a los 50 años. Esta evolución refleja el impacto de los factores de riesgo vascular que afectan de forma masiva a la población andaluza y española: sedentarismo, obesidad, hipertensión arterial, colesterol alto, tabaquismo y diabetes. Según datos recientes, más de la mitad de la población andaluza presenta al menos uno de estos factores.

Montaner alerta de que si no se actúa con urgencia, las previsiones son inquietantes: uno de cada cuatro andaluces sufrirá un ictus a lo largo de su vida. Sin embargo, lo más relevante es que hasta un 80% de los ictus serían prevenibles si se adoptaran hábitos saludables y se controlaran los factores de riesgo. No se trata de grandes sacrificios, sino de cambios sencillos como llevar una dieta equilibrada, practicar actividad física de manera regular, dejar de fumar y un control médico adecuado de la tensión arterial, la glucosa y el colesterol.

El problema, insiste el doctor Montaner, no es la falta de conocimiento médico, sino la dificultad para convencer a la sociedad de concienciarse de verdad en la prevención. "Hay que cuidarnos, prevenir. La diferencia entre vivir de forma independiente a los 75 o los 95 años, o hacerlo sin poder hablar ni mover medio cuerpo, tiene un enorme impacto personal y familiar. Cuidar nuestros factores vasculares es una inversión en salud, en calidad de vida y en futuro", afirma.

Diagnóstico precoz desde la ambulancia: una gota de sangre puede marcar la diferencia

Uno de los grandes logros del trabajo de Montaner en los últimos años ha sido impulsar la investigación en biomarcadores del ictus. Mientras que en enfermedades como el infarto de miocardio es habitual realizar un análisis de sangre para confirmar el diagnóstico, en el caso del ictus esto no existía. Ante síntomas como pérdida del habla o parálisis de un lado del cuerpo, no siempre era posible saber de inmediato si se trataba de un ictus isquémico, una hemorragia cerebral o un tumor.

Frente a este desafío, el equipo de Montaner se centró en buscar moléculas que se liberan en sangre en las primeras horas de un ictus. El objetivo es claro: disponer de una prueba sencilla, portátil y rápida que permita diagnosticar el ictus desde la ambulancia, usando solo una gota de sangre. Esto permitiría saber no solo si se trata efectivamente de un ictus, sino también de qué tipo, y así decidir el tratamiento más adecuado y el destino hospitalario más eficiente.

"Andalucía ha desarrollado en los últimos años una red de atención al ictus basada en la equidad y la eficiencia"

Gracias a la colaboración con startups tecnológicas, ya existen dispositivos capaces de analizar biomarcadores en sangre con la cámara de un teléfono móvil, ofreciendo resultados en minutos. Esta tecnología, ahora en fase de validación final, podría transformar por completo la atención prehospitalaria. En lugar de derivar a todos los pacientes a hospitales comarcales, se podría identificar a quienes necesitan atención urgente en centros de trombectomía, optimizando tiempos y recursos, y mejorando los resultados neurológicos a largo plazo.

Una red asistencial para llegar a todos: del código ictus al teleictus

Además de los avances en diagnóstico, Andalucía ha desarrollado en los últimos años una red de atención al ictus basada en la equidad y la eficiencia. Gracias al trabajo coordinado del Plan Andaluz de Ictus, se han creado nuevas Unidades de Ictus, se han habilitado seis centros de trombectomía y se ha desplegado un sistema de telemedicina: el Teleictus, que permite que cualquier paciente, sin importar dónde viva, reciba atención especializada.

Cuando una ambulancia sospecha que un paciente puede estar sufriendo un ictus, se activa el código ictus, y el paciente es derivado al centro más adecuado. Si se encuentra en un área rural, se conecta con un neurólogo de guardia mediante videollamada el cual puede evaluar al paciente, revisar su TAC cerebral y decidir si puede quedarse en el hospital comarcal o si debe ser trasladado a un centro de referencia.

"La clave es garantizar que ningún paciente quede desatendido por falta de espacio o ubicación geográfica"

Gracias a este modelo, hoy se puede afirmar que la atención al ictus es igual de eficaz en un pequeño pueblo de la Sierra Norte como en el centro de Sevilla. Sin embargo, aún quedan desafíos pendientes. En zonas como el Campo de Gibraltar o en algunos centros concertados, la falta de integración tecnológica limita el acceso a historiales clínicos y complica el seguimiento posthospitalario. Resolver estas barreras es el siguiente paso para consolidar una red verdaderamente universal y conectada.

Seguimiento, rehabilitación y continuidad: la otra mitad del camino

Una vez superada la fase aguda, comienza una etapa crucial pero a menudo desatendida: la fase subaguda, que incluye el seguimiento clínico, la rehabilitación y la prevención secundaria. Aunque en los grandes hospitales andaluces este proceso está bastante consolidado, en los centros más pequeños aún faltan medios diagnósticos y recursos para una atención completa.

"El gran reto ahora es acompañar al paciente tras el alta, saber por qué ha tenido un ictus y garantizar su recuperación. En muchos hospitales comarcales no tienen acceso a estudios completos. Estamos trabajando en modelos de unidades de ictus comarcales donde los centros más grandes puedan conectarse y hacer seguimiento diario a distancia", explica Montaner. La clave es garantizar que ningún paciente quede desatendido por falta de espacio o ubicación geográfica.

Durante los últimos años, el SAS y la Consejería de Salud han trabajado en mejorar esta fase, y ahora se están implementando nuevos protocolos recogidos en el documento ICONA, que define los pasos del seguimiento integral del paciente con ictus. También se avanza en la creación de circuitos de rehabilitación coordinados, donde fisioterapeutas, logopedas, neurólogos y trabajadores sociales trabajen en conjunto.

Montaner insiste en que esta fase no es secundaria, sino esencial ya que no se trata solo de evitar nuevas complicaciones o ictus recurrentes, sino de restaurar la autonomía del paciente y su calidad de vida. Y porque, al final, el ictus no solo golpea al cuerpo, golpea también a la vida cotidiana, a las familias y a la sociedad entera.

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