Retahílas

"Judas también lo vendió en jueves"

  • Sevilla Press reedita ‘Mi Cristo Roto’, meditaciones cuaresmales del padre Cué

  • Narra la historia de un crucificado que el cura mexicano encontró tras una visita al Jueves en 1963

  • Devota de Frascuelo y de María

Miguel Gallardo, editor del libro, el jueves pasado en el Jueves de la calle Feria.

Miguel Gallardo, editor del libro, el jueves pasado en el Jueves de la calle Feria. / Antonio Pizarro

El Jueves es algo tan consustancial a Sevilla como la Feria de Abril, la Madrugada o la Cabalgata de Reyes Magos del Ateneo. En ese zoco que da nombre a la calle Feria, una calle única en el mundo según Chaves Nogales en su biografía de Juan Belmonte, tuvo lugar una asombrosa historia.

En el Jueves han tenido lugar muchos hallazgos. Juan de Mata Carriazo encontró la pista que le llevó al descubrimiento del Tesoro del Carambolo, la piedra Rosetta de la civilización tartésica. En uno de los puestos se encontraba el indicio para reconstruir el plano de Olavide, el diseño de la ciudad hecho por el asistente limeño y repoblador de Carlos III. Manuel Moreno Alonso, biógrafo de Ramón Carande, encontró en el Jueves un documento para completar su biografía del autor de Carlos V y sus banqueros.

Miguel Gallardo (Sevilla, 1956), periodista, abogado, editor, se dio una vuelta por el Jueves de la semana pasada para revivir la historia de uno de los libros que ha editado, Mi Cristo Roto, del Padre Cué (Sevilla Press), publicado por primera vez en 1963, hace sesenta años, como guión del programa Meditaciones, que en la incipiente Televisión Española presentaba el sacerdote Ramón Cué (Puebla de Zaragoza, México, 1914-Salamanca, 2001).

Dos viajes en Sevilla

¿Qué es lo que encontró el padre Cué en el Jueves? Volvía a una ciudad que había conocido casi dos décadas antes, a la que vino desde su México natal para estudiar Historia de América. En 1947, el año que visita Sevilla Evita Perón, el padre Cué conoce la Semana Santa de la mano de cinco jóvenes sevillanos: Manuel Ferrand, que dos décadas después ganó el premio Planeta; Julio Martínez Velasco, crítico teatral; Joaquín González Moreno, director del archivo de la Casa Ducal de Medinaceli; Juan Delgado Alba, que fue hermano mayor del Silencio; y Carlos Acedo Romero. Al cura mexicano le impresionó tanto lo que vio que lo trasladó a un libro, Cómo llora Sevilla…, una especie de pregón impreso que en primicia leyó a sus cinco anfitriones antes de que lo conociera el gran público en el mirador del cerro del Sagrado Corazón de San Juan de Aznalfarache. Sevilla Press también reeditó esta obra 73 años después de que viera la luz por primera vez. Un llanto de Sevilla cuyos fragmentos dieron lugar a sevillanas del Pali y de Amigos de Gines.

Ramón Cué visita de nuevo Sevilla en 1963. El año que muere Juan XXIII, que asesinan a John Fitzgerald Kennedy, el año que muere en su exilio mexicano Luis Cernuda, sevillano de la calle Acetres. Este poeta de la generación del 27 escribió en su destierro de Glasgow Ocnos, un compendio de sus recuerdos de infancia, adolescencia y juventud de la ciudad perdida. Una obra que Taurus publicó acompañada de Variaciones sobre tema mexicano.

En México mueren Cernuda, Emilio Prados, Pedro Garfias, León Felipe, Ramón J. Sender, el cineasta Luis Buñuel. El padre Cué hizo el viaje a la inversa. Nació en México y muere en España. Su Cristo Roto podría titularse Variaciones sobre tema sevillano. Este sacerdote jesuita invirtió el axioma que Carlos Fuentes proclama por boca del personaje de su novela Gringo Viejo: “México está muy lejos de Dios y muy cerca de los Estados Unidos”.

Encuentros en la calle Feria

El padre Cué se alejó de los Estados Unidos, curiosamente para conocer mejor en Sevilla la Historia de América, y se acercó a Dios. En Madrid le gustaba ir al Rastro y en Sevilla al Jueves. Contaba que esas visitas le gustaban tanto como ir al teatro y más que ir al cine. Lo que no encontró en el Jueves le estaba esperando en la Casa de los Artistas. Le acompañaba Pepe Zarazaga, un amigo de la calle San Jacinto. “Nos incorporamos primero al río alborotado que es el Jueves, torrente humano de oleajes encontrados, por el cauce central de la calle, entre las dos riberas de puestos callejeros, en que se exhiben, sobre la acera o sobre mesas y cajones, los más diversos e inverosímiles objetos”. Así lo describe en 1963, retrato que vale para sesenta años después, cuando uno lo recorre con Miguel Gallardo, que saluda en su puesto a Beatriz Moreno, la hija de Benito, el pintor y cantautor sevillano que volvió de Bretaña, o se cruza con el arquitecto Honorio Aguilar, que rehabilita una casa junto a Vizcaíno y Montesión. Oración en el Huerto.

Ramón Cué encontró un Cristo roto y regateó con el anticuario. En el prólogo de Mi Cristo Roto, Miguel Gallardo cuenta que el vendedor le dijo al padre Cué que la imagen procedía de la sierra de Aracena y sus mutilaciones se debían a profanaciones del año 36. El Cristo Roto, una hermosísima metáfora de la realidad, como apunta Pablo Borrallo en su texto, cruzaría toda la Península. Es uno de los 125 crucificados que el padre Cué donó al museo diocesano Regina Coeli de Santillana del Mar (Santander).

Los pregoneros oficiosos

Igual que Cómo llora Sevilla…, se convirtió en pregón oficioso de este pregonero inédito (como lo fueron Juan Sierra, Rafael Montesinos o Pascual González: los débitos de la ciudad de la Gracia), Mi Cristo Roto, además de este formato de libro, tuvo su recorrido televisivo y teatral, representándose con un monólogo del actor mexicano Alberto Mayogoitia en el altar del Perdón de la Catedral de México. Un Cristo roto en el Jueves. “Judas también lo vendió en jueves”, escribe el padre Cué.

Otra historia de la calle Feria, que dio un torero (Juan Belmonte), un músico (Jesús de la Rosa, alma de Triana, el sábado 4 se cumplen 75 años de su nacimiento) y hasta un santo, San Manuel González, que fue obispo de Málaga y Palencia.

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