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Epidemias en Sevilla: mismas medidas de control en el siglo XIX que en el XXI

  • El Archivo Histórico Provincial inaugura una exposición que arroja luz sobre el impacto social de las enfermedades y las medidas que se adoptaron para superarlas

Esta obra anómina que se conserva en el Hospital del Pozo Santo de Sevilla ilustra los efectos de la epidemia de peste de 1649.

Esta obra anómina que se conserva en el Hospital del Pozo Santo de Sevilla ilustra los efectos de la epidemia de peste de 1649. / D. S.

Restricciones de la movilidad, confinamientos perimetrales, aislamientos para los enfermos, suspensión de eventos, derivación de los afectados a un hospital determinado, creación de comités de expertos... las similitudes a la hora de combatir las epidemias no ha cambiado prácticamente nada a lo largo de los siglos. Así lo atestigua una interesante exposición en el Archivo Histórico Provincial de Sevilla que desvela cómo se combatían las enfermedades con alto poder de propagación a través de los fondos documentales. La muestra, inaugurada este martes por Patricia del Pozo, consejera de Cultura y Patrimonio Histórico, busca prender un rayo de esperanza al explicar cómo se lograron superar los problemas pese a las muchas adversidades de entonces.

"La diferencia con la actualidad es que todas estas medidas estaban enfocadas a la prevención. Ahora, además, se complementan con la búsqueda de un tratamiento o una vacuna. Entonces no podían hacer eso porque no sabían", ha explicado a este periódico Amparo Alonso, directora del Archivo. La muestra Documentos para la esperanza. De cómo Sevilla salió de las epidemias del XIX, forma parte de la iniciativa El documento del mes y se podrá visitar durante todo febrero.

Los legajos seleccionados abordan las consecuencias de las epidemias de fiebre amarilla, en 1880, y de cólera morbo, en 1833, 1854, 1865 y 1885, y las medidas que tomaron las autoridades para paliar sus efectos a través de testimonios procedentes de la Escribanía de Guerra –tribunal encargado de las causas penales y civiles en las que estuviese implicado el personal militar–, la Fábrica de Tabacos y la Real Audiencia de Sevilla.

Algunos de los documentos que se pueden ver en la exposición del Archivo Histórico Provincial. Algunos de los documentos que se pueden ver en la exposición del Archivo Histórico Provincial.

Algunos de los documentos que se pueden ver en la exposición del Archivo Histórico Provincial. / Juan Carlos Vázquez

A principios del siglo XIX, el incremento de las comunicaciones comerciales con países que padecían enfermedades endémicas trajo consigo la dispersión geográfica de las epidemias y el aumento de su frecuencia y propagación. Este hecho es prácticamente idéntico a lo que sucede en la actualidad con el coronavirus, aunque a menor escala por la globalización del siglo XXI. La vía de acceso entonces eran los puertos. En el caso de la fiebre amarilla de 1800 llegó a través de un navío procedente de Cádiz. "La puerta de entrada era el río, bien a través de la tripulación o los pasajeros. Muchos de los tripulantes vivían en Triana. De ahí saltó a los Humeros, el otro barrio marinero".

Rápidamente, las autoridades reaccionan y toman medidas. A finales de agosto de 1800 se creó la Junta de Sanidad de Sevilla, el comité de expertos que tomaba las decisiones. Estaba compuesta por tres médicos socios de la Regia Sociedad de Medicina, actual Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla y por una diputación de la ciudad. Se estableció en el castillo de San Jorge. "La Regia Sociedad era el máximo órgano consultivo de la ciudad, que colaboraba con las autoridades para salvaguardar la salud pública y contaba entre sus funciones el estudio, inspección, profilaxis tratamientos en caso de epidemias".

La directora del Archivo y la consejera en la inauguración. La directora del Archivo y la consejera en la inauguración.

La directora del Archivo y la consejera en la inauguración. / Juan Carlos Vázquez

Cuando la situación se complicó a primeros de septiembre, se produjo el cierre perimetral de los barrios y ciudades afectadas, se dispuso la clausura de la mayor parte de las puertas de la ciudad, se prohibió el acceso de toda persona con muebles y ropas procedentes de los barrios de Triana y de los Humeros que no presentaran la correspondiente fe de sanidad, que era utilizada para demostrar que no se padecía enfermedad contagiosa. Además de contar con este documento, las personas procedentes de zonas contagiadas debían guardar la debida cuarentena en el lazareto (lugar de aislamiento) instalado en el convento de Santo Domingo de Portaceli, extramuros de la ciudad. También se habilitó parte del hospital de la Sangre como hospital general de pacientes epidemiados. "La población más pobre era la que más sufría, ya que tenía que ir al hospital. A las personas más pudientes las visitaba el médico en sus domicilios".

Como no podía ser de otro modo, hubo una procesión de rogativas con el Lignum Crucis de la Catedral, con bendición incluida desde la Giralda, precariedad económica en las arcas municipales y suspensión, por ejemplo, de las corridas de toros. Cuando la epidemia cesó completamente en mayo de 1801, se cantó un solemne Te Deum en la Catedral como agradecimiento y en recuerdo de los fallecidos, un 18% de la población, aproximadamente, que por aquel entonces era de unas 90.000 personas.

Un certificado de fallecimiento por la fiebre amarilla. Un certificado de fallecimiento por la fiebre amarilla.

Un certificado de fallecimiento por la fiebre amarilla. / M. G.

Por su parte, la epidemia de cólera-morbo asiática afectó en varias oleadas a Sevilla: desde el verano de 1833 a finales de 1834. "Procedente del río Ganges en la India, este mal devastó extensas zonas Europa y América, entrando en la Península Ibérica en el verano del año 1833. Las vías de introducción en nuestro país fueron dos: desde Oporto por el puerto de Vigo y desde el Algarve por Huelva".

Tras declararse la epidemia en Huelva, Sevilla tomó pronto medidas higiénico-preventivas. Entre ellas, se prohibieron las reuniones públicas y espectáculos, se cerraron los teatros, y se suspendieron las corridas de toros. No obstante, el contagio acabó llegando de nuevo a través de Triana, disponiéndose la incomunicación de la ciudad con la provincia y la creación de lazaretos. Estas medidas resultaron efectivas para que la epidemia comenzara a disminuir a los pocos meses, cantándose de nuevo un Te Deum en la Catedral como acción de gracias.

Desde el Archivo Histórico Municipal de Sevilla, su directora asevera que lo que han querido, además de detallar todas estas asombrosas similitudes, es lanzar un mensaje de esperanza que no es otro que la superación de estas epidemias que en su día resultaron tan dañinas como el coronavirus.

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