Entrevista con Juan José Asenjo

"Los países ricos de Europa deben socorrer a África"

  • El prelado hispalense repasa la actualidad nacional y local con motivo de su regreso a la Diócesis tras su retiro estival en Sigüenza

Juan José Asenjo, arzobispo de Sevilla

Juan José Asenjo, arzobispo de Sevilla / Juan Carlos Vázquez (Sevilla)

El arzobispo está de nuevo en Sevilla. A principios de semana terminaron sus días de vacaciones en su tierra natal, Sigüenza, desde donde ha viajado tanto a Roma como a la provincia de Soria para compromisos varios. En Derroñadas, por ejemplo, pasó un día de convivencia con muchas familias sevillanas que veranean en la localidad. La actividad es notable en el Palacio Arzobispal. Se percibe tanto en las obras de remodelación del edificio (albañiles, vallas, material de obra, polvo) como los movimientos del propio equipo de colaboradores directos del prelado, que no cesan de atender visitas, realizar consultas o de remitir documentación de trabajo a monseñor Asenjo. "Esta mañana he dictado 35 cartas, aquí siempre hay tarea". La novena a la Patrona de Sevilla ha comenzado en la Catedral. Juan José Asenjo confiesa que el agosto sevillano es una oportunidad magnífica para trabajar en otros fines edificantes, como la atención personalizada a los sacerdotes impedidos y, cómo no, para repasar la actualidad nacional y local. Se nota que el prelado ha estado al tanto del intenso mes de julio que se ha vivido en la política española. Y hasta ha tenido oportunidad de atender asuntos locales de mucha menos importancia.

–Usted cerró el curso con la publicación del balance económico de la Archidiócesis, que movió 45, 3 millones de euros en un año. Más de una tercera parte de esta cantidad se destinó a la conservación de edificios y a otros gastos del capítulo de patrimonio. ¿Es el patrimonio un lastre para las cuentas del Arzobispado?

–Estaba previsto todo ese dinero para la conservación de edificios y para la construcción de templos. Esta inversión tan cuantiosa es posible gracias al Cabildo Catedral, que este año nos aporta casi 4,5 millones de euros. Este arzobispo está muy agradecido al Cabildo, que puede dar esta ayuda gracias a los ingresos que obtiene por la visita cultural. La Diócesis de Sevilla no tiene grandes problemas económicos gracias, en buena medida, a este tipo de colaboraciones, y gracias también a los legados y testamentos que se han incrementado de forma notabilísima.

–¿A qué cree que se debe ese aumento?

–No lo sé. Pero lo cierto es que los cuatro primeros años de mi servicio a la Diócesis apenas hubo donaciones y ahora se han multiplicado. También estoy muy agradecido a las personas que colaboran con sus donaciones a que la Iglesia pueda cumplir sus fines: la santificación, el anuncio de Jesucristo y la evangelización.

–Casi la mitad de los sevillanos marcan la casilla de la Iglesia Católica en la declaración de la renta, pero del balance económico se deduce que los ingresos por este concepto no son, precisamente, los más importantes. ¿Se puede concluir que la Iglesia de Sevilla está próxima a la autofinanciación? ¿Podría prescindir de los ingresos procedentes del IRPF?

–Pues sí, estoy convencido de que en la Diócesis de Sevilla podríamos seguir funcionando si en algún momento desaparecieran los ingresos por el IRPF. El presupuesto diocesano que depende de la famosa equis en la declaración de la renta no llega ya al 20 por ciento. Y estoy seguro de que si se produjera la supresión del IRPF, los católicos sevillanos responderían aún más.

–¿Y sería deseable esa autofinanciación?

–Bueno... A lo mejor hay diócesis, sobre todo las grandes, que podrían funcionar sin esa aportación procedente de la asignación tributaria. Pero fíjese en diócesis como Teruel, Sigüenza, Segovia, Ávila, Huesca, Tarazona... Todas estas diócesis no podrían salir adelante.

–No dejamos de conocer informaciones sobre nuevos problemas de conservación en monasterios muy castigados, caso del de San Leandro. La Fundación Medinaceli propuso integrar el convento en la visita a la Casa de Pilatos. ¿Han barajado ya alguna otra solución?

–La Diócesis es consciente de los problemas de conservación de cuatro o cinco monasterios en Sevilla. La mayor parte de los conventos de clausura de la Diócesis están bien conservados. El problema es de algunos de Sevilla capital: San Leandro, Madre de Dios, Santa Rosalía y algún otro... Tengo que decir que yo no soy titular de esos bienes. Son titulares las propias monjas. Son conventos exentos, el arzobispo no tiene autoridad más que en el plano litúrgico y doctrinal. Es decir, yo no puedo entrar en el gobierno interno de estos monasterios, pero somos conscientes de que tenemos alguna obligación y la cumplimos prestando asistencia técnica y jurídica desde los respectivos departamentos del Arzobispado. Orientamos posibles convenios con las instituciones u otras fórmulas. En estos momentos estamos estudiando la posibilidad de una ayuda a través de la Real Fundación del Patronato de la Vivienda.

Monseñor Asenjo en el transcurso de la entrevista Monseñor Asenjo en el transcurso de la entrevista

Monseñor Asenjo en el transcurso de la entrevista / Juan Carlos Vázquez (Sevilla)

–Desde el principio de su pontificado mostró preocupación por las vocaciones. ¿Han aumentado de cara al próximo curso o se han estancado?

–No estamos en el mejor de los mundos posibles, pero yo doy todos los días gracias a Dios al mismo tiempo que le pido que toque el corazón de los jóvenes, que les mire a los ojos y que sean muchos los que estén dispuestos a seguirle y a ofrendarle sus servicios a la Iglesia. Este año hemos tenido 75 seminaristas. Creo que el próximo curso sobrepasaremos los 80. Somos el tercer seminario de España tras Madrid y Toledo. Tenemos las vocaciones que necesitamos para cubrir todos los huecos de la actividad pastoral diocesana. Ojalá en algún momento podamos prestar sacerdotes a otras diócesis más pobres en vocaciones, con mayor penuria en las vocaciones.

–¿Cumplen los católicos sevillanos con el precepto dominical?

–En estos momentos no me consta ningún estudio al respecto, pero yo estoy convencido de que en Sevilla el porcentaje de participación en la Eucaristía dominical está en torno al 20 por ciento. En todo caso el porcentaje es superior a la media nacional.

–¿Es la Iglesia una de las grandes beneficiadas del boom del turismo? ¿Usted padece el fenómeno de la turismofobia?

–Yo no soy un turismofóbico. Sevilla, si adolece de algo, es de la falta de industrias y de empresas que den trabajo a tantos adultos y jóvenes que carecen de empleo. Dios quiera que poco a poco el turismo precario o barato dé paso a un turismo de mayor calidad. Sevilla debe dar ese paso hacia un turismo de mayor categoría. Por supuesto que la Iglesia se beneficia del turismo, ya he mencionado el caso de la Catedral, pero no sé si hay muchos más templos o instituciones que se puedan beneficiar del turismo además de la Catedral o el Salvador...

–¿Podría sacar la Iglesia de Sevilla más partido del actual boom turístico?

–No sé si podríamos. Soy consciente de que los turistas vienen a tiro hecho. Tienen programada la visita a cuatro o cinco monumentos y todo lo demás huelga. Tengo alguna experiencia en esto tanto en mi etapa de obispo auxiliar de Toledo como de obispo de Córdoba. En Toledo teníamos la mitad del Palacio Arzobispal vacío y por eso pensamos en reclamar al Estado el préstamo del 90 por ciento de las obras que se exponen en el Hospital de la Santa Cruz. Todas esas obras son de titularidad diocesana que se cedieron al Estado porque en su día el Arzobispado de Toledo no tenía medios para su exhibición. Barajamos reclamar esas obras, algunas de gran categoría, para organizar un museo diocesano. Hicimos un estudio y llegamos a la conclusión de que iba a ser ruinoso. La gente no pernocta en Toledo. Llegan desde Madrid, ven la Catedral, el Alcázar, la Casa del Greco, San Juan de los Reyes y se marchan. Una experiencia semejante tuve en Córdoba siendo alcaldesa Rosa Aguilar. Hubo un intento de explotar turísticamente las parroquias fernandinas, que son trece. La Diócesis y la Consejería de Culturan hicimos un esfuerzo muy grande. El proyecto fracasó. No cubríamos gastos. La gente que acude a Córdoba va de paso a Sevilla o a Granada. Y van a los cuatro o cinco monumentos más importantes. Dudo del éxito de la iniciativa que propone hacer un tour por una serie de parroquias, algunas de ellas que bien lo merecerían, como es el caso de la Parroquia de la Magdalena.

–Pero usted sí apuesta por el Palacio Arzobispal como atractivo turístico. El ala norte del edificio será rehabilitado gracias a una inversión de casi 700.000 euros en seguridad y accesibilidad que permitirá potenciar la visita a los salones altos, donde hay una pinacoteca de alto valor.

–Esa visita está teniendo un éxito tremendo. Tenemos ya solicitudes que cubren los próximos meses.

–¿Usted trasladaría los restos de Queipo de Llano a un columbario y sacaría los de Franco del Valle de los Caídos?

–Lo de Franco a mi no me corresponde.

–Pero seguro que tiene usted una opinión como miembro destacado del episcopado español. Usted, además, fue secretario general de la Conferencia Episcopal.

–Yo, en general, soy partidario de dejar a los muertos en paz. No obstante, hay una Ley de Memoria Histórica que, en lo que respecta a Sevilla, tenemos que cumplir. He hablado con todas las autoridades responsables, incluido el hermano mayor de la Macarena. Y una solución podría ser la del columbario. Sería una solución digna, aunque habrá personas que nunca quedarán contentas.

Monseñor Asenjo Monseñor Asenjo

Monseñor Asenjo / Juan Carlos Vázquez (Sevilla)

–¿Qué le pareció la supresión del crucifijo y de la Biblia en el acto de jura del presidente Sánchez y de todo el consejo de ministros?

–Me dio un poco de pena. El crucifijo y la Biblia no estorban a nadie. El crucifijo es el símbolo de la compasión, de la misericordia, del amor, de la paz. Es un símbolo universal hasta el punto de que ningún gran artista se ha sustraído de llevar a sus lienzos el rostro de Cristo muerto o agonizante, precisamente por lo que acabo de decir. A mí y a millones de católicos les hubiera gustado que estuvieran el crucifijo y la Biblia, incluso a muchos no católicos. No olvidemos el testimonio de Tierno Galván, que siempre dejó el crucifijo en su despacho del Ayuntamiento de Madrid. Así ocurrió con otros personajes de la izquierda, que consideraron que el crucifijo y la Biblia eran y son símbolo de cosas verdaderamente trascendentes.

–¿Ha seguido el cambio de gobierno en la cúpula del PP, principal partido de la oposición en España?

–Sí, sí, lo he seguido. Lo único que puedo desear es que este partido, como todos los grandes partidos que están en el arco parlamentario, encuentre su camino. Eso sería bueno para el bien común de la sociedad.

–Llevamos un mes con sucesivas oleadas de inmigrantes desesperados que llegan a España en pateras o mediante el arriesgado, cuando no dramático, salto de la valla de Ceuta. La situación es alarmante. Y en Andalucía se vive de forma muy directa e intensa.

–Yo me alineo con el Papa. Me gustaría que estos millones de descartados, que huyen del hambre, de las guerras o de las persecuciones políticas, pudieran encontrar esos caminos de realización personal en sus propios países. Europa debe ayudar a África. Los países ricos deben acudir al socorro de las naciones africanas que lo necesitan con iniciativas que son perfectamente asumibles por Europa. Mientras tanto tenemos que acoger a los inmigrantes, defenderlos, ponernos de su parte y en su lugar. También comprendo que a lo mejor no podemos hacer todo lo que sería deseable, pero hagamos lo posible. Vuelvo a repetir que me alineo con el testimonio del Papa, que denunció en Lampedusa que es una vergüenza la muerte de tantas personas que buscan un futuro mejor.

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–¿Se nos ha olvidado muy pronto la crisis económica? Muchos indicativos confirman la recuperación y el aumento del consumo. ¿Hemos recuperado esos valores cuya pérdida nos hicieron caer en una crisis terrible?

–Los políticos nos hablan del final de la crisis. Y parece que es cierto en lo que respecta a la macroeconomía, en las cuentas de resultados de los grandes bancos y las grandes empresas. Pero no ocurre lo mismo en los marcadores de la microeconomía, en la economía de muchas familias en las que sigue habiendo mucho dolor, mucho sufrimiento y muchas privaciones. Se ve en los barrios periféricos de Sevilla y de muchos pueblos. No olvidemos que en Sevilla tenemos tres de los cinco barrios más pobres de España y cinco de los quince barrios más pobres de Europa. Esto significa que no podemos dormir tranquilos. Tenemos que salir al encuentro de nuestros hermanos, bajándonos de nuestra cabalgadura, de nuestro bienestar, para compartir con ellos no sólo lo que nos sobra, sino incluso aquello que estimamos necesario. El ejemplo del buen samaritano sigue siendo aleccionador. Tenemos que ponernos de rodillas ante el pobre apaleado para curar sus heridas físicas o morales. Tenemos que montarlo en nuestra cabalgadura y llevarlo a la posada para que lo cuiden.

–El Gobierno del presidente Sánchez promueve el debate para la despenalización de la eutanasia. Un alto número de españoles encuestados está a favor de la eutanasia en casos de enfermedad terminal.

–Me causa pena y dolor que una mayoría de españoles estén de acuerdo en esto. Me duele que una parte de nuestro pueblo no sea sensible a los derechos fundamentales de la persona. La eutanasia activa es en definitiva un crimen. El derecho a la vida no puede ser parcelado. Tiene que ser tutelado y defendido desde sus comienzos hasta el último minuto.

–¿Cómo interpreta los últimos nombramientos de nuevos cardenales? Aunque se trate de un título concedido a la persona, no a la urbe, ¿cree que el Santo Padre orilla definitivamente a las grandes ciudades?

–Me parece una opción muy respetable en este pontificado de un marcado acento social. Efectivamente, no tienen cardenal muchas diócesis tradicionalmente cardenalicias, como Venecia, Bolonia o Florencia. Y, sin embargo, hay un cardenal que es obispo auxiliar de Santo Domingo, pero el obispo de Santo Domingo no es cardenal. Y es cardenal el obispo de una diócesis panameña como David. Se apuesta por un perfil personal y digamos que por un perfil simbólico. Por ejemplo, el obispo de Lampedusa es cardenal, precisamente por todo lo que ha significado Lampedusa estos años en la acogida de inmigrantes con medios tan precarios como hay en esa diócesis.

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