Recuerdo a John Elliott

Homenaje a un gigante

  • La Academia de Buenas Letras rinde un recuerdo apasionado al que fuera académico de honor y maestro de hispanistas, sir John Elliott, fallecido en marzo en Oxford

  • Cayetana Álvarez de Toledo defiende la labor del maestro y Alfonso Guerra recuerda una anécdota sobre un viaje a Cuba

Inicio de la sesión de recuerdo a John Elliott.

Inicio de la sesión de recuerdo a John Elliott. / Juan Carlos Vázquez

La Real Academia Sevillana de Buenas Letras celebró este miércoles una sesión de homenaje y recuerdo a sir John Elliott, el historiador británico maestro de hispanistas, que falleció a los 91 años en un hospital de Oxford el pasado 10 de marzo, y que conocía bien la institución, pues fue nombrado académico de honor en el año 2011.

Elliott fue recordado por dos académicos, como son Ignacio Medina Fernández de Córdoba, duque de Segorbe, y Alfonso Guerra; por la diputada Cayetana Álvarez de Toledo, que fue su alumna; y por el catedrático emérito de Historia Contemporánea Rafael Sánchez Mantero, que le tradujo al castellano varias obras.

Pablo Gutiérrez-Alviz Conradi, Alfonso Guerra, Cayetana Álvarez de Toledo y Rafael Sánchez Mantero. Pablo Gutiérrez-Alviz Conradi, Alfonso Guerra, Cayetana Álvarez de Toledo y Rafael Sánchez Mantero.

Pablo Gutiérrez-Alviz Conradi, Alfonso Guerra, Cayetana Álvarez de Toledo y Rafael Sánchez Mantero. / Juan Carlos Vázquez

Los cuatro destacaron la obra del historiador británico, pero sobre todo se centraron en su perfil como persona y como maestro. Abrió el acto el director de la Academia, Pablo Gutiérrez-Alviz Conradi, que reseñó la relación de Elliott con la institución, que ya se refirió a él en el año 1976 con el calificativo de "prestigioso hispanista", y que lo designaría académico de honor 35 años después.

El duque de Segorbe recordó cómo conoció a John Elliott, en la Casa de Pilatos allá por el año 1965, cuando el autor había publicado ya La rebelión de los catalanes. "Éramos dos jóvenes tímidos y de cierto parecido físico, de piel pálida y extremadamente delgados, algo desgarbados", dijo Medina, que hizo un repaso de la vida entre legajos y documentos del historiador, con su crítica a la digitalización, de la que temía que llevara a quienes ejercen esta profesión a dejar de acudir a los archivos por comodidad.

El director de la Academia de Buenas Letras, Pablo Gutiérrez-Alviz Conradi. El director de la Academia de Buenas Letras, Pablo Gutiérrez-Alviz Conradi.

El director de la Academia de Buenas Letras, Pablo Gutiérrez-Alviz Conradi. / Juan Carlos Vázquez

Citó a Elliott destacando las cualidades sensoriales de "la vista, el tacto, la tinta marrón seca, el olor de los documentos de los siglos XVI y XVII, o el mismo papel que a veces se deshace en las manos" y su importancia para el estudio de la Historia.

Cayetana Álvarez de Toledo dedicó un apasionado discurso a quien fue su profesor, a la par que hizo una defensa de la labor de los docentes en una sociedad cada vez más acomodada y acrítica. "He venido aquí a rendir homenaje a mi maestro. No es una tarea difícil, pero sí contracultural, casi subversiva, y es que los maestros ya no se llevan, son el símbolo más depurado del mundo de ayer, en el que todavía pesaban el conocimiento, el esfuerzo, la excelencia, los hechos, la palabra. Ahora sólo importan las opiniones y el yo. El periodista es reducido a tuitero, el científico a curandero, el diputado a palmero, ¿qué les voy a contar yo?", ironizó. En cambio, ganan peso los influencers y los tiktokers, "y casi cualquiera es presidente del Gobierno".

Cayetana Álvarez de Toledo. Cayetana Álvarez de Toledo.

Cayetana Álvarez de Toledo. / Juan Carlos Vázquez

Álvarez de Toledo recordó que salió "deslumbrada" de la primera clase de Elliott a la que asistió, y cómo a partir de ahí nacería una relación que se mantuvo hasta los últimos días del historiador. Dijo la diputada que su maestro torció el gesto cuando le dijo que trabajaría como periodista, y más aún cuando abandonó el periodismo por la política. "Su perfil era el de un gigante, era un elitista en el sentido exacto de la palabra". Y contó una anécdota de cómo el nacionalismo catalán quiso apropiarse de su obra y él supo poner en su sitio a quién lo intentó. "Le preguntaron si no era verdad que los catalanes seguían ahora igual que en 1640. Sí, respondió, igual de divididos".

Parte del público, con Curro Romero, Carmen Tello, Alejandro Rojas-Marcos y Manuel Marchena, entre otros. Parte del público, con Curro Romero, Carmen Tello, Alejandro Rojas-Marcos y Manuel Marchena, entre otros.

Parte del público, con Curro Romero, Carmen Tello, Alejandro Rojas-Marcos y Manuel Marchena, entre otros. / Juan Carlos Vázquez

Sánchez Mantero contó sus conversaciones con Elliott en un pequeño hostal de Simancas en el que se quedaban los investigadores que frecuentaban el archivo de esta localidad vallisoletana. Y de ahí surgió la posibilidad de traducir al español varios libros suyos, como La España imperial, La rebelión de los catalanes y El viejo mundo y el nuevo. Elliott investigaba sobre el conde-duque de Olivares para la que luego sería su monumental biografía del valido de Felipe IV, mientras que Sánchez Mantero trabajaba en una historia sobre un proyecto de ferrocarril entre Jerez y el Puerto en la época de Fernando VII, que luego tardaría mucho en hacerse.

Alfonso Guerra. Alfonso Guerra.

Alfonso Guerra. / Juan Carlos Vázquez

Cerró el acto Alfonso Guerra, con un discurso plagado de citas, desde Lord Byron a Albert Camus pasando por Marcel Proust y un buen puñado de autores. Recordó un asado de cordero que comió en casa de Elliot y la vez que éste, estando en Perú, quiso viajar a Cuba con su esposa y le pidió consejo a Guerra para que le ayudara con la autorización para visitar a Isla.

El vicepresidente del Gobierno español llamó a Fidel Castro, que sólo le pidió que le dijera el avión en el que llegaría Elliott a la isla y el día que lo haría. También pidió al historiador cubano Eusebio Leal que lo atendiera. "Me sentí más bien un jefe de Estado que un historiador con aspiraciones turísticas, teníamos todo el día un coche con un chófer a nuestra disposición y pudimos visitar todos los barrios de La Habana", le escribiría después, muy agradecido, el autor que probablemente mejor conociera la España de los siglos XVI y XVII.

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