De Pilas a Camas por Mondragón

Dolores Fernández Espino, en el aula del colegio Raimundo Lulio de Camas.

28 de junio 2010 - 05:03

EL 22 de junio Dolores Fernández Espino dio su última clase como maestra de escuela. A muchos sorprenderá que esta profesora que nació en Pilas en 1950 y que se jubila en el colegio Raimundo Lulio de Camas le haga ilusión que esta etapa fundamental de su vida, colofón a 40 años de ejercicio del magisterio, coincida con un ministro vasco, Ángel Gabilondo, en la cartera de Educación. Tanta ilusión como la que le produjo que uno de sus remotos predecesores en el ministerio, Villar Palasí, acordara subirle al gremio ocho mil pesetas libres de impuestos. Dinero que guardó para pagarse su viaje de novios. Una boda que tiene mucho que ver con la alegría que le produce jubilarse con un ministro vasco.

Lola es la sexta de los siete hijos de una pareja de maestros vinateros. El mayor, Camilo, se fue a Mondragón, donde tenía una farmacia que hoy regenta su hija Ana. Lola, entonces una jovencísima maestra de escuela que había estrenado la Escuela de Magisterio de Ciudad Jardín, fue en Navidad a pasar unos días en Mondragón con su hermano mayor. Miguel acababa de regresar de hacer el servicio militar en Melilla. Dos viajes del sur al norte que cambiaron sus vidas respectivas. Se casaron el puente de la Virgen de 1973 y se fueron de crucero por el Mediterráneo con el dinero que Lola ahorró por el aumento de Villa Palasí. Se estrenó todavía interina en un poblado de colonización, el Castillo de Doña Blanca, entre Jerez y el Puerto, muy acorde con su condición de hija y nieta de bodegueros. Aprobó las oposiciones y su primer destino fue Badolatosa, la Andalucía profunda. Recuerdos del Genil y de una camioneta que la llevaba hasta la carretera, en Estepa, donde cogía la Alsina hasta Sevilla.

De esa Andalucía jornalera entonces muy subdesarrollada pidió el traslado a Ubera, Río Abajo en euskera, una pedanía de Vergara, población guipuzcoana famosa por el abrazo de Zumalacárregui que puso fin a una de las guerras carlistas. En el País Vasco pasó seis inolvidables cursos, de 1972 a 1979. En 1976, en el hospital de la famosa cooperativa de Mondragón, nació su hijo Mikel. Allí vivió el atentado contra Carrero, la muerte de Franco, la proclamación del Rey. "Cada vez que mataban a un etarra, se suspendían las clases". Hizo un inesperado máster lingüístico. "Muchos de los alumnos procedían de caseríos donde sólo se hablaba el euskera. En verano, sus padres les enseñaban español para que me entendieran".

Echa de menos de aquella tierra el nivel de vida y el buen saque. "Formábamos parte de una sociedad gastronómica en la que los hombres y jóvenes capturaban de noche con linterna cangrejos autóctonos y las mujeres y las niñas cogíamos fresas salvajes que brotaban en los muros de separación de los caseríos". De sus escarceos por Bayona o San Juan de Luz volvía con libros prohibidos como Operación Ogro o la historia de la guerra civil de Hugh Thomas. Del sur echaba de menos el clima. "Muchos fines de semana nos íbamos a Burgos a ver el sol, a Pancorbo, que es el Despeñaperros de los vascos".

Un verano vinieron a la playa de Punta Umbría y ya se quedaron en Andalucía. "Pedí pueblos cercanos a Sevilla. Camas, Castilleja, Gines, Santiponce. Me dieron Camas, el primero". Y aquí ha estado 31 años ganándose la reputación de excelente profesora "con fama de sargento a la que le mandaban a los peores". Llegó en plena efervescencia autonómica: el 4 de diciembre, el 28-F. En Sevilla nacieron sus hijos María del Mar (1983) y Ángel (1984). Varias generaciones de nacidos o residentes en Camas han pasado por sus aulas. "Han salido ingenieros, arquitectos, químicos, profesores, hasta un camarero que el otro día me puso una cerveza en la cafetería de Hipercor y me dijo que había sido alumno mío. Me faltan veterinarios".

El tiempo que ha vivido, ¿entra en las aulas? "Sí, unas veces para bien, otras para mal". ¿Salen los alumnos de hoy mejor preparados? "Mi experiencia me dice que no". Indulgente con su pasado de profesora, recuerda con cariño joyas de algunos exámenes: el que dijo que el Guadalquivir desembocaba en Campo Gas, finca de Queipo de Llano situada entre Camas y la Cartuja; el que, preguntado por la diferencia entre siervos y villanos en la Edad Media, respondía que los primeros tenían los cuernos largos y estrechos y los segundos cortos y anchos; o el que atribuía el color verde de las ranas a los efectos de la fotosíntesis.

En Mondragón se cruzó muchas veces con Leopoldo María Panero, poeta genial e inquilino del psiquiátrico de Santa Águeda. Estaba empezando Javier Gurruchaga con la Orquesta Mondragón. En Camas, tierra de toreros, se corta la coleta. "Este curso he tenido a una sobrina-nieta de Curro Romero". 31 cursos en el Raimundo Lulio, que debe su nombre a "un alcalde que tuvo Camas que era mallorquín".

De Lora Tamayo a Ángel Gabilondo y cientos y cientos de alumnos. Con distintas cosechas, como los vinos. "La última ha sido bastante buena". Y ahora todo el tiempo del mundo. "El primer año lo dedicaré a aburrirme, que no me he aburrido nunca. Haré natación y a lo mejor doy algunas clases de Informática, que no sé nada y además no me gusta". Raimundo Lulio, como Raimundo Amador, es pata negra de la enseñanza gracias a docentes como esta maestra que fue de Pilas a Camas pasando por Mondragón. 31 años en el mismo destino la contemplan.

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