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Réquiem de Mozart con las gracias y el eco de Violeta Parra

  • Diálogo. Puentes insólitos entre dos libros de Aquilino Duque y Javier Aristu, en las antípodas ideológicas, que murieron el mismo día y les adornaba una común sensibilidad

Réquiem de Mozart con las gracias y el eco de Violeta Parra

Réquiem de Mozart con las gracias y el eco de Violeta Parra

Llegué al tanatorio de la SE-30 con un libro de Aquilino Duque. En el 10 que va de Ponce de León hasta San Jerónimo, con parada en el cementerio, lo cerré cuando reconocí en el autobús a Paula Garvín, que iba como yo al acto laico de despedida de Javier Aristu. Aquilino formó parte de manera testimonial de una lista de Vox. Aristu fue cabeza de cartel de los comunistas en las municipales de 1983. En el tanatorio volvía a encabezar la candidatura porque su nombre, Javier Aristu Mondragón, era el primero que aparecía en la nómina de finados del día, que recordaba el listado de viajes del aeropuerto. En el fondo, Javier iniciaba un largo viaje. Dicen que le dio tiempo a despedirse de sus amigos y terminar la corrección de su último libro.

El sur aparece en sendos libros de Aristu y de Aquilino Duque, dos personas situadas en las antípodas ideológicas pero tocadas por las musas de la inteligencia y la elegancia. El relato de Aquilino Duque La fe en el Sur debe su nombre a un encendido elogio de Nietzsche a la música de Mozart. En su libro El oficio de resistir, Aristu relata un viaje al norte que realizó como tributo de un viaje al sur. A finales de julio de 1980, en plenos Juegos Olímpicos de Moscú que coronaron a Samaranch como nuevo Coubertin, Aristu viajó con el sacerdote Manuel Mallofret a Cataluña para participar en la escuela de verano del PSUC en Olot. Unos días antes de su llegada, el 23 de julio, falleció Alfonso Carlos Comín, que en 1965 había publicado La España del Sur y años después, resultado de unos reportajes que le encargó la revista Triunfo, publicó "Noticia de Andalucía", uno de los primeros estudios sobre el subdesarrollo andaluz. Su hijo Toni Comín tenía nueve años cuando llegó Aristu a Cataluña. Se fugó con Puigdemont.

Aristu hizo en 1980 un viaje al norte como tributo al viaje al sur de Alfonso Carlos Comín

El libreto de Beaumarchais dio para dos óperas fundamentales que idealizaron la imagen de Sevilla en el mundo: Las bodas de Figaro, de Mozart, y El barbero de Sevilla, de Rossini. En el tanatorio de la SE-30 recibí una llamada de Manolo Melado, mi particular barbero de Sevilla, que hoy presenta en el Ayuntamiento su libro Lo vivido y lo soñado. Aquilino Duque escribe que Luis XVI vetó el libreto de Beaumarchais porque detrás de la España imaginaria (Sevilla operística inventada) había una crítica de la Francia real, como si Figaro fuera un adelantado del mayo francés. Llegó a pensar incluso que la cuchilla de afeitar del barbero era un símbolo de la guillotina.

Lo real y lo imaginario también lo estudió para dos siglos después Javier Aristu. En El oficio de resistir, en tiempos en los que los recortes de barbero eran de censura directa o subliminal, se detiene en el viaje que hizo por España la escritora comunista italiana Rossana Rossanda. Llegó a Sevilla con una nota de recomendación de Dionisio Ridruejo para Manuel Giménez Fernández que éste rompió y tiró a la papelera para no dejar pistas. También se entrevistó con José Agustín Goytisolo en Barcelona y con Luis Martín Santos en San Sebastián. Volvió a Italia y en su informe pronosticó que en España no iba a pasar nada. Esa primavera de 1962 se produce la huelga de los mineros asturianos y la de los viticultores del marco de Jerez. Tiene lugar el contubernio de Múnich y Franco solicita por primera vez el ingreso de España en el Mercado Común. Y no pasaba nada. Ese año muere Marilyn Monroe y se mata Belmonte.

"Ninguna revolución logra igualar a los hombres como los igualan el amor y la muerte", escribe Aquilino Duque en su mozartiano ensayo. Y recoge un elogio de Wagner a Mozart que resume el espíritu conciliador de Aristu: "El diálogo se hace aquí todo música". En el tanatorio no hubo réquiem de Mozart, una voz cantó Gracias a la vida con la misma emoción de Violeta Parra. Aristu también nos dio el sonido, atento a todas las voces, y el abecedario, pulcro y riguroso en la elección de las palabras. Nos dio la risa y nos dio el llanto. Paco Acosta, del proceso 1001, recordaba en puertas del centenario del Partido en el tanatorio que los comunistas siempre arrasaban en los mítines, en las manifestaciones, en los abajofirmantes, pero eso no se traducía en las urnas. También arrasan en los funerales. Con las debidas cautelas de mascarillas y geles, la de Aristu fue la lista más votada en su despedida. Allí estaba toda la Orquesta Aristu Mondragón. Salí a la parada del 10 con mi libro de Aquilino Duque y subrayé: "…y Mozart pudo muy bien decir, como Picasso: yo no busco; encuentro". Rosa Bendala recordó el maravilloso disparate de la candidatura de Cuéllar, en la que ella iba de cuatro. "Javier, el cuatro no sale". Un bastinazo, en la jerga del Carnaval. En el argot balompédico, jugamos como nunca, perdimos como siempre. Dominan el miedo escénico. Les puede el pánico estadístico.

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