Calle Rioja

“Al Rey y a mí nos creció la barba”

  • Alfonso Guerra presidió en El Rinconcillo el jurado de relatos Ciudad de Sevilla y sazonó la reunión con recuerdos literarios, vivencias políticas y anécdotas balompédicas

Alfonso Guerra presidió en El Rinconcillo la reunión del jurado de relatos Ciudad de Sevilla.

Alfonso Guerra presidió en El Rinconcillo la reunión del jurado de relatos Ciudad de Sevilla. / José Ángel García

COMO los buenos toreros, Alfonso Guerra recorre las plazas de España hablando de la Constitución Española, a cincuenta días del cuadragésimo aniversario de su aprobación. Un cierto existencialismo blandengue tapa una evidencia: pasar de hablar de los cuarenta años del franquismo a los cuarenta de la Constitución. Hoy hablará de La Carta Magna y su reforma en la Fundación Cajasol, invitado por el foro de abogados Guadaliuris.Además de presidir las Fundaciones Pablo Iglesias y Sistema, también preside el jurado del certamen de relatos Ciudad de Sevilla que con apoyo del Círculo Mercantil y el Ayuntamiento de Sevilla convoca la editorial Samarcanda. Alfonso Guerra llegó ayer a El Rinconcillo y se pidió una cerveza “con mucha espuma”. Es una biblioteca andante. Donde pone el ojo de lector suele acertar en la diana. El año pasado, en este mismo santuario de las espinacas con garbanzos y el pavía con bacalao de los que es devoto, habló de un libro que a nadie les sonaba. Ahora lleva 25 ediciones y a su autora, María Elvira Roca Barea, le dieron la medalla de Andalucía.Imperiofobia y leyenda negra ya está en muchos hogares españoles y este cronista lo ha visto hasta en un confesioniario. Guerra no se explica todavía cómo la dictadura franquista también compró el discurso protestante del expolio y el exterminio.Este año viene con otras apuestas. Las dos proceden de Francia. El orden del día, de Éric Vuillard, ganó el premio Goncourt y lo ha editado Tusquets. En Hija de revolucionarios (Anagrama) aparece Alfonso Guerra, que leyó el libro en francés. Su autora, Laurence Debray, es hija de Regis Debray y Elisabeth Burgos, dos guerrilleros burgueses y bohemios que vivieron en sus carnes la paradoja que retrata Carpentier en El siglo de las luces. Cuando Laurence tenía diez años, su padre la envió un mes a Cuba y otro a Estados Unidos para que eligiera qué sistema político prefería. Tres años después, cuando su madre dirigía el Instituto Francés de Sevilla, la niña llegó a esta ciudad, que le gustó más que esos dos modelos. Guerra se convirtió en una especie de tutor y a veces la llevaba al colegio San Francisco de Paula. El padre estuvo en Bolivia con el Che Guevara, su hija prefería otros iconos. Guerra contó ayer que la hija de los revolucionarios se entusiasmó con la figura del rey Juan Carlos I, a quien le dedicó uno de sus libros.

En los doce relatos finalistas ganan Dante y Bécquer. A quienes nunca hayan leído un libro, si tienen que cruzar esa barrera, Guerra les dice que si tienen que leer sólo uno que cojan El mundo de ayer, de Stefan Zweig. Vio tambalearse el Telón de Acero en una visita como vicepresidente del Gobierno a Hungría, donde presenció en el palco el triunfo del Madrid de la quinta del Buitre sobre el Videoton en una Copa de la Uefa. Suplió a Felipe González, de viaje en el extranjero, en la final en Sevilla entre el Barcelona y Steaua de Bucarest. “Al Rey y a mí nos creció la barba. Aquello no terminaba nunca. Prórroga, penalties...”. Vio en el Bernabeu la final del Mundial de España 82 entre Italia y Alemania junto a Sandro Pertini y Gianni Agnelli, “que les daba órdenes a los futbolistas italianos, decía que los de la Juventus eran suyos como dueño de la Fiat”.

En su partido ha encontrado rarezas literarias. Abel Caballero, ex ministro y alcalde de Vigo, ha escrito dos novelas de templarios. Y Pedro Silva, dirigente del socialismo asturiano, presentó a su compañero sevillano con frases sacadas de Antonio Machado.

Cree que hay que hacerle un monumento a D’Hont. “En 1972, con Franco sin flebitis, creé el Instituto de Técnicas Electorales y recorrí elecciones de muchos países”. Con Pedro Sánchez la relación era fluida “hasta el No es no”. Está escribiendo y no para de leer. Con mucha espuma.

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