'The End': liquidación por cierre

Calle rioja

Cierre. El videoclub de la Alameda ha puesto a la venta su fondo de 8.000 películas por el próximo cierre del local después de diez años de presencia y una masa de 11.000 socios

'The End': liquidación por cierre
'The End': liquidación por cierre
Francisco Correal

06 de diciembre 2013 - 09:05

EN verano cumplieron diez años y en invierno, el próximo 23 de diciembre, cierra sus puertas el videoclub de la Alameda. The Big Orange es el nombre que le pusieron los tres socios fundadores en el verano de 2003. Diez años ofreciendo en el escaparate una sesión continua: Taxi Driver y La naranja mecánica. A Ángela Ruiz (San Fernando, 1980), superviviente del triunvirato de socios, le queda el doloroso trago de cerrar las puertas.

El videoclub lleva un mes en liquidación con unos resultados espectaculares. "Teníamos un fondo de 8.000 películas y en un mes hemos vendido 4.000", dice Ángela. "Mucho cine independiente, cine clásico, cine descatalogado. Hay gente que preguntaba por las películas de Kubrick y se las llevaba todas. Todas las de Woody Allen. Algunos venían con maletas y se las llevaban llenas de películas".

Operación tres euros por título. "Hace muchos años que no es negocio, estamos ya por amor al arte y tenemos que poner dinero". Ángela es tres años más joven que el Avenida Multicines, que se inauguró en 1977 con Asignatura pendiente de Garci, película que también estaba en los fondos del videoclub. "Teníamos un listado de sugerencias y comprábamos las películas que nos pedían. Yo he comprado cintas en Estados Unidos". Una clientela muy selecta. "No sé cuántas veces se han llevado Gato negro, gato blanco y Underground, de Kusturica". Ángela estudió Fotografía y su idea era abrir un estudio, pero preguntó por esta franquicia y se embarcó.

Ya han llegado los camellos a la Alameda y cuando se vayan ya no estará el videoclub en un local que antes fue casino flamenco en el que cantaron Marchena y la Niña de los Peines, una oficina de Renfe y un negocio de muebles. "Un bar no creo que pongan", insinúa Ángela, "porque las dueñas son muy especiales, unas hermanas mayores que viven al lado". Le pedían un incremento de 700 euros en el alquiler del local y desoyeron la oferta de la inquilina de diversificar el negocio con un café, libros y una sala de proyecciones. "Un local que cierra a las diez de la noche y desde hace diez años les pagaba religiosamente un dineral".

En los dominios cinematográficos del Alameda Multicines, el Cine Club Vida y el extinto cine Ideal de verano, la noticia de su cierre ha corrido como la pólvora. "A la gente le ha dado mucha pena. Pues que hubieran venido más", dice Ángela. O que hubieran devuelto las películas. Entre 700 y 800 títulos, casi una décima parte del total, no han sido devueltos.

Cierran en plena efervescencia de clientes y en la mejor temporada. "Este negocio es de invierno, y sobre todo de lluvia. Cuanto más llueve, más películas. Nosotros somos como los agricultores. Si llueve, sabes que la gente va a consumir películas. Con el calor, es la ruina. No sé por qué, pero a la gente le gusta mucho ver películas cuando llueve".

En diez años, serán sus primeras Navidades sin el videoclub, esta filmoteca de barrio que la convirtió en empresaria con 22 años. Cierra las puertas cuando su paisana Sara Baras viene a Sevilla con su último espectáculo. No corta todos sus vínculos con la Alameda, porque en la acera de enfrente, la del Fun Club y el Corto Maltés, es socia del bar Utopía.

Esta gran naranja que se va quedando sin gajos se convirtió en una institución en la nueva Alameda. Abrió sus puertas antes de la última reforma, con la estatua de Manolo Caracol como ilustre vecino. El videoclub tiene una masa social de 11.000 socios, más que el San Fernando. Analogía balompédica con el equipo de su ciudad que le hace gracia. "Hay gente que sigue viniendo desde el primer día. Hoy han recogido películas los socios números 20, 60 y 239". A Eva, compañera en el video-club, le consta que hay socios que llegaron a alquilar 800 títulos en un año.

Ángela pierde la Quimera y le queda la Utopía. No sabe si volver a coger los bártulos de la fotografía, aunque en la época en la que pensaba abrir el estudio todavía no se había dado el salto de la analógica a la digital. Sin video-club seguirá siendo una cinéfila empedernida. "Me encanta el cine de Tarantino, el de Tim Burton. De pequeña, hubo épocas en las que me veía todos los días Indiana Jones y el templo maldito. Todavía me sé los diálogos de memoria".

Del videoclub sólo quedará la selecta nevería: sus vecinos de Al Solito Posto, del bar Gigante, Las Columnas, la tienda de frescos y congelados que ha abierto la cadena Día. Eva satisface la curiosidad del periodista. "La última película que se han llevado se llama Crueles intenciones, una historia de suspense y de adolescentes". Saldo cinematográfico. Todas a tres euros, salvo las series, los juegos y las de alta definición.

La Alameda empieza a palpar cierta orfandad. Película entre películas, un director invisible, ducho en el cine de terror, está colocando desde su silla plegable el letrero The End. Robert de Niro y Malcolm McDowell, hombres-anuncio del local en la década prodigiosa, serán desalojados, igual que sus directores Martin Scorsese y Stanley Kubrick. Saldo. Liquidación. El acabóse.

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