Visiones de la Giganta a pie de calle y tiempo

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Postal. El 2 de junio de 1893, el Ayuntamiento de Sevilla decide rotular la antigua calle Borceguinería como Mateos Gago, apellidos del canónigo y teólogo muerto tres años antes. Las Sevillas del XIX y del XXI se cruzan con la Giralda por testigo.

La calle Mateos Gago, vista desde la puerta del hotel Casa de 1800, edificio coetáneo del canónigo.
La calle Mateos Gago, vista desde la puerta del hotel Casa de 1800, edificio coetáneo del canónigo. / Reportaje Gráfico: Víctor Rodríguez
Francisco Correal

16 de julio 2017 - 02:34

Suena Tina Turner en el bar Giralda. Fernando Gabardón de la Banda señala un cuadro en el que aparece la Giralda y dice: "Así tenía que ser la Sevilla de Mateos Gago". Francisco Mateos Gago nació el 15 de junio de 1827 en Grazalema, el pueblo de la lluvia y los pinsapos. Dos siglos más una década después, los turistas buscan las pocas sombras en la calle que lleva su nombre. Mateos Gago muere en Sevilla el 29 de octubre de 1890. Apenas dos años y medio después, en sesión plenaria celebrada el 2 de junio de 1893, el Ayuntamiento de la ciudad decide por unanimidad rotular la antigua calle Borceguinería con el nombre -los apellidos- de quien fue canónigo de la catedral de Sevilla y catedrático de Teología, un erudito que dominaba artes tan variadas como la arqueología y la numismática y que murió en esta misma calle.

Arturo Pérez-Reverte fue el primer destinatario del libro Los Opúsculos de Francisco Mateos Gago (Páginas del Sur) que le entregó en mano su autor, Fernando Gabardón. "Fue una encerrona que me hizo Enrique Becerra. El escritor me dijo que se lo iba a leer en el AVE porque estaba harto de pasear por la calle Mateos Gago de Sevilla y que nadie supiera decirle quién era".

¿Qué queda de la Sevilla de Mateos Gago en la calle Mateos Gago? Si acaso, la rejería de algunas casas que según Gabardón influyó en la estética de los pasos de palio; también existía la casa que desde hace siete años es el hotel Casa 1800 -33 habitaciones, ayer todo completo- y que como explican Daniel Olaya y David Rojo en recepción conserva desde 1864 las columnas, la escalera con el pasamanos y las balconeras originales de las habitaciones 103 y 109. Fue casa particular del que fuera alcalde de Sevilla José María Piñar y Miura.

Dos coches de novios aguardan en la puerta de Palos la salida de los contrayentes. Si el SGAE del arte sacro cobrara derechos de autor por cada fotografía que desde Mateos Gago se hace de la Giralda, no habría arcas en la Iglesia para guardarlo. A Gabardón le gusta más la vista desde Placentines, "se conserva urbanísticamente desde los tiempos de la Sevilla almohade".

Mateos Gago fue antes Borceguinería. "Había negocios de calzado, hubo un par de hoteles y casas de prostitución", dice Gabardón. Borceguí es palabra que ya sólo utilizan los cronistas balompédicos. "Imagino que Mateos Gago se habría enfrentado al fútbol igual que lo habría hecho con la Iglesia del Papa Francisco. Estaba más en la línea de Benedicto XVI. Pero tampoco quiero pasar a la historia como el historiador que hizo que le quitaran la calle a Mateos Gago", dice de quien polemizó con Castelar y con el abuelo de los Machado a cuenta del darwinismo. Y que aparece por méritos propios en la Historia de los Heterodoxos Españoles de Menéndez Pelayo.

La Giralda da la sombra de la historia. Esa torre debería abrir todos los días los telediarios. "Es la síntesis de dos mundos irreconciliables, el cristianismo en su versión más clásica y el Islam. Eso no se ve ni en Constantinopla ni en Damasco". Una síntesis de Ben Basso y Alí el de Gomara y las lecciones que Hernán Ruiz sacó de Vitrubio. "No sé cómo la Sevilla más culta no reivindica eso. En Alemania se habrían vuelto locos y en París lo hacen con la Torre Eiffel, que no tiene ni doscientos años". El mundo nuevo que viaja en aviones, se comunica con smarphones y contrata restaurantes por internet se da una vuelta por la calle de un hombre que veía hundirse el mundo de ayer, parafraseando las Memorias de Stefan Zweig. "Él estaba convencido de que el liberalismo iba a destruir Europa, pero como Trotsky fue fiel a sus convicciones hasta su muerte, no cambió nunca". Hasta sus adversarios se lo reconocieron. En el citado libro, incluye un discurso de Federico de Castro en el que le llama "campeón el más valiente de la antigua monarquía".

En tiempos la zona fue un complejo militar con una plaza en el centro, donde tenía su sede el Ayuntamiento. "Desde los almohades a Carlos I quisieron hacer de Sevilla la gran ciudad del Sur". De Fabiola a Matacanónigos, camina la historia de la ciudad y del mundo. Fabiola debe su nombre a la novela escrita por Nicolas Wiseman, un sevillano nacido en 1802 que llegó a arzobispo de Westminster. Mateos Gago arranca en los impares con la casa de los Salinas, donde Manuel, el primogénito, vio los colores de la paleta de la vida. En tiempos de Mateos Gago, la iglesia de Santa Cruz no estaba en esta calle, sino en la plaza del mismo nombre. El canónigo no conoció el traslado ni las reformas del arquitecto Juan Talavera.

La taberna La Fresquita es de 1993. En octubre de 1929 murió Luis Montoto, titular de otra calle que el vulgo llama de Oriente, en una casa de Mateos Gago donde vive Enrique Valdivieso. "Uno de mis mejores profesores", dice Gabardón, que enseña Didáctica del Patrimonio Histórico y de las Ciencias Sociales. Aquí fueron vecinos la librería Renacimiento de Abelardo Linares y el estudio del pintor Ahmed Ben Yessef.

Turistas y más turistas. "No digo que es un turismo de zapatillas, porque ya lo ha escrito Antonio Burgos", guiño a los borceguíes, "pero hay una Sevilla que prácticamente está desapareciendo; para eso no hace falta derribar monumentos, basta con que se derribe su identidad". La que reivindicó Mateos Gago cuando se enfrentó a la Gloriosa, la Revolución de 1868, y a la Primera República, de la que consiguió revocar un proyecto de ley de incautación del patrimonio artístico eclesiástico. Lo que para Bécquer y Madrazo era "ruina y melancolía" en su caso era preocupación por la conservación de los bienes de la ciudad.

Los bares de entonces "deberían ser como los pinta García Ramos, el gran ilustrador de ese tiempo junto a Jiménez Aranda". El hijo de Pepe Perejil se hizo con el timón de la Goleta en la que el tabernero de Manzanilla Juan García Avilés navegó en un mar de caldos entre 1941 y 1996. En la misma acera, número 26 de la calle, está la Casa de las Columnas que construyó Aníbal González, que muere el mismo año 1929 que Luis Montoto. El bar Giralda, que se salvó en tiempo récord de ser carne de arqueología, perteneció en tiempos a unos baños almohades, de los que Gabardón dice que quedan los arabescos del techo. Enfrente, donde estaba el bar Albahaca, han hecho una deconstrucción del canónigo que rotula la calle. Gago 6, Tapas & Paellas, reza el restaurante que en su carta, como primera especialidad, ofrece una ensaladilla Gago, Potato salad with king prawns, inglés de Chicote con el segundo apellido de quien hablaba hebreo y latín.

Quien precedió a Benedicto XVI y al Papa Francisco, está en la estatua de Miñarro. Juan Pablo II es la referencia de la parada de los coches de caballos. "Esa tradición debe venir de la Viena imperial, imagino que en la Sevilla de Mateos Gago se verían los mulos con el pan de Alcalá".

1827-1890. El segundo centenario del nacimiento de Mateos Gago se lo van a merendar los poetas del 27 en la celebración del siglo de su foto generacional. Quizás por eso, Gabardón dice que es más de prosa y que su poeta favorito es Walt Whitman. "La gente no sabe que igual que la generación de nuestros padres descubrió América en las películas de John Ford, la de nuestros abuelos lo hizo con los cuadros de José Arpa, un pintor de Carmona". Unos turistas canarios preguntan por el barrio de Santa Cruz. El historiador antes les invita a conocer la plaza de Santa Marta, ese rincón que tanto le gustaba a Gonzalo Torrente Ballester cuando compartió estancia con Borges en el hotel Doña María. Después les dice que no se vayan sin ver las plazas de Doña Elvira y de la Alianza.

Mateos Gago la parte en dos una especie de medianera en Mesón del Moro, junto al colegio San Isidoro donde siempre iba a votar Soledad Becerril. De sus perpendiculares, por Guzmán el Bueno se llega a los Pinelo y se llegaba a Abades cuando lo regentaba Fernando Chamorro; por la calle Ángeles, los capillitas que han visto a San Bernardo en Fabiola y Mateos Gago cogen el atajo para ver a los Panaderos.

El autor del libro de los Opúsculos de Mateos Gago está leyendo a Leonardo Padura, Patricia Highsmith y todo lo que encuentra de Lutero, cuyo itinerario alemán recorrera en agosto haciendo de guía con Manuel Martín Riego, que ha prologado su libro y es párroco en Castilleja del Campo, donde nació el dibujante Nazario. Ayer cambió la calle Mateos Gago por la playa de la Victoria de Cádiz. El historiador haciendo turismo. "Yo creo que los viajeros románticos son anteriores a Mateos Gago. Richard Ford conoció la Sevilla anterior a la desamortización de Mendizábal". Entre los munícipes que votaron a favor de la calle Mateos Gago figuraba Pagés del Corro, con calle en Triana. El canónigo llegó con siete años a Sevilla, huérfano de un padre que murió por la epidemia de cólera. Él mismo se destacó en el combate de la peste que se llevó por delante al alcalde García de Vinuesa.

1890: muere Mateos Gago, nace Santiago Montoto

En 1890, el mismo año que muere Francisco Mateos Gago, nace en la calle que tres años después llevaría su nombre, Santiago Montoto, hijo del historiador Luis Montoto y Raustenbausch. Aníbal González contribuyó con dos casas al mobiliario urbano de esta calle: los números 24 y 26, ésta conocida como calle de las Conchas. Es una calle nuclear que une el centro de la ciudad con el barrio de Santa Cruz. Cadenas de bares que nacieron en otros barrios buscaron acomodo en esta calle: el Patio San Eloy o La Azotea, cuyo local matriz está en la calle Jesús del Gran Poder. La Giralda es la desembocadura icónica, histórica y casi espiritual de esta histórica calle que se llamó Borceguinería por la presencia en la misma de ese gremio. En una de las casas, con vistas al edificio catedralicio, vive la pintora Reyes de la Lastra. Hay una parada de taxis frente al bar Giralda. La Corporación que a finales del siglo XIX decidió llamar a la calle con el nombre del canónigo de Grazalema está regida ahora por ediles del siglo XXI que se enfrentan con la saturación del tránsito, el abuso de veladores y el exceso de negocios que redundan en el tópico y el pastiche. ¿Un esperpento o un espejo de la realidad? Caminar por la acera es un milagro y por la calle una temeridad. Clases de Teología.

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