¿Cómo afecta el amor (y el desamor) a nuestro cerebro?
La investigadora Susana Gaytán de la Universidad de Sevilla explica el estrecho vínculo entre dopamina y oxitocina durante una relación
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Son millones las canciones que se centran en estar enamorado. Desde el "Vivir así es morir de amor" de Camilo Sesto hasta el "Te amo, desde el primer momento en que te vi" de Franco de Vita, pasando por el clásico milenial "Dicen que cuando te enamoras, vuelas, ríes y lloras, / Te encierras en tu cuarto a soñar a solas" de Tess. Compositores que describen en sus letras sensaciones universales con las que cualquiera podría identificarse. Desde el mariposeo estomacal cuando ves a esa persona especial -crush en el argot moderno- hasta la idiotez inexplicable que siempre -por suerte- torna en sensatez con el paso del tiempo. El cerebro tiene un enorme peso en todas las fases del enamoramiento y, por supuesto, en la ruptura. Así lo ha puesto de manifiesto la profesora del departamento de Fisiología de la Universidad de Sevilla, Susana Gaytan. La investigadora, que ha escrito un artículo en tono divulgativo en la revista The Conversation sobre este tema, aborda las -estrechas- relaciones entre la neurociencia y la gestión emocional.
"Enamorarse es algo completamente natural y está asociado a nuestra pervivencia como especie", explica a este periódico la docente que centra su investigación en el control neural de la función cardiorespiratoria. O lo que es lo mismo: la forma en que el cerebro gestiona las modificaciones de las funciones vegetativas, como que se cree un nudo en el estómago ante determinadas situaciones o nos pongamos rojos de ira.
"Nuestro organismo está diseñado para seleccionar mecanismos de recompensa, como se dice en fisiología, cuando te enamoras", apunta la experta y hace hincapié en que la "dopamina" es la encargada de gestionarla. La misma molécula que está asociada al "enganche de algunas drogas", pero también a la ingesta de determinados alimentos "como una tarta de chocolate" o a la pasión que sentimos hacia nuestro grupo de música favorito sin tener un vínculo íntimo con los intérpretes.
Las mariposas en el estómago
La otra gran recompensa es el amor. Y el resultado es que estar enamorado "bloquea el lóbulo frontal, te hace estar tremendamente feliz y limita tu capacidad de toma de decisiones", indica la profesora y hace referencia a que, en este momento, "se produce una respuesta vegetativa". Experiencias oníricas como sentir mariposas en el estómago o que se pare el pulso -"si te dejo de querer", que diría Concha Piquer- cuando aparece la persona amada no es más que "el cerebro respondiendo a esa situación de extrema felicidad y de casi locura que aparece durante las primeras fases del enamoramiento".
"Amiga date cuenta"
En este punto, la capacidad de valorar objetivamente al otro también se altera. Y tirando de sabiduría popular, la famosa cita: el amor es ciego. Y, por supuesto, también entra en juego el clásico: amiga date cuenta. "Es mejor evitar el ¿no te das cuenta que no te conviene?, porque toda la dopamina se ha ido al lóbulo frontal y dejas de ser objetivo con esa persona", matiza la investigadora.
Pero sí que enfatiza en que "nuestro cerebro es tremendamente social y, en este caso, es súper importante", porque siempre "necesitamos un aviso externo o aprender".
¿Y cuándo nos rompen el corazón?
Y es que, alerta navegante, todo pasa y con el tiempo el enamoramiento inicial evoluciona a una situación más apacible "que vamos a llamar apego y que está relacionada con otra molécula: la oxitocina". Su rol es esencial. Lo que hace es "mantener las relaciones estables". Lo cierto es que ni el cerebro ni el organismo "podrían mantener un nivel de estrés tan grande, como el enamoramiento, durante mucho tiempo" y se saturarían, pero sí "gestionan muy bien el apego del primate tremendamente emotivo que es el ser humano". "El trabajo que hace el cerebro es intentar llevarnos siempre a la situación de equilibrio y cuidarnos", señala Gaytan.
El tiempo es el mejor médico para el cerebro y, como enfatiza la docente, "está diseñado para recuperarse". Su plasticidad permite que busque rápidamente "la siguiente fase de enamoramiento". No obstante, "cuando te dejan, el objeto de tu amor desaparece en ese sistema de afecto y bajan las hormonas que te hacen sentir feliz, como la dopamina y la adrenalina".
Algo que, según la investigadora, hace muy bien el cerebro es "gestionar el duelo", porque "aprende de las cosas positivas y de las negativas". Por último, Gaytan aconseja evitar la ruptura utilizando evasivas como "esto me duele más a mí que a ti", porque "no es verdad". Y no se debe mentir a nadie ni tratar de engañar al cerebro. No servirá para nada.
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